El espíritu de la comida


La comida como elemento experimento culinario. La comida como elemento básico de nuestra existencia. La comida como común denominador de toda la humanidad, como forma de compartir y contar historias. La comida como arte. La comida como vida.

A través del curso de la humanidad, los alimentos que consumimos poseen la característica de ser más que simples formas de energía que nos ayudan a mantenernos con vida; detrás de ellos se esconde todo un entramado de historias de dominación, amor, supervivencia, sacrificio, ingenio que muchas veces damos por sentado.

El proceso del consumo a través de su preparación resulta el acto más íntimo que un ser humano puede tener para con otra persona, ni siquiera el sexo desprende tanta intimidad como preparar comida hacia otro ser, se trata de nuestra propia supervivencia: sin comida no podemos vivir.

Las tendencias actuales que dicta un mundo obsesionado con el fitness muchas veces conducen a visiones cerradas que perciben a los alimentos únicamente como números energéticos y ello conduce hacia no menos que una automatización que nos asemeja a robots, y no a seres que degustan y comprenden de dónde proviene lo que consumen, y admiran y se maravillan por los sabores que danzan en nuestros paladares y llegan incluso a cambiarnos los estados de humor.

Si bien es cierto que debe existir una responsabilidad en lo que comemos por el bien no solo de nuestra salud, sino de la de la sociedad para evitar enfermedades como diabetes, obesidad (o desnutrición), etc., que terminan por acarrear problemas de salud pública; tampoco podemos desligarnos del origen de lo que llevamos a la mesa. Somos lo que consumimos y somos responsables de ello, aunque muchas veces no nos guste pensarlo.

La innovación culinaria no debe ir aparejada con la destrucción de nuestra propia historia. Lo que nos une a una nación, a un pedazo de tierra o determinado grupo social, no solo son las costumbres, literatura o edificaciones, que, aunque son importantes, no llegan a mostrar lo que cientas de generaciones trasladan mediante la comida. Olvidar los platos autóctonos representa uno de los peligros más graves que enfrentamos como ciudades ante la globalización. El ostracismo no es la solución, pero desconocer la historia culinaria de cada país es deshumanizarnos, es convertirnos en entes abstractos que no tienen pasado; porque toda aquella persona que come en un acto mecánico está condenada a vivir bajo la sombra de un mundo sin placer, amor ni historia, porque la comida es la máxima representación de todo lo que somos.

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1 Respuesta a "El espíritu de la comida"

  1. excelente entrada. gracias por compartir sus ideas.

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