Pero antes fue Prudencia


La primera mujer latinoamericana en gobernar un país fue la argentina Isabel Martínez de Perón, a quien, de acuerdo con la Constitución de su país, le competía asumir el mando tras la muerte de su esposo, Juan Domingo Perón. Esto ocurrió en 1974.

La segunda vez que una mujer llegó al poder en América Latina fue en 1979, cuando Lidia Gueiler Tejada asumió el cargo en Bolivia.

Luego damos un salto hasta 1990 y nos movemos para Nicaragua, cuando Violeta Barrios, más conocida como Violeta Chamorro, venció en las urnas al actual dictador Daniel Ortega, convirtiéndose en la tercera mujer presidenta de América Latina y la primera de Centroamérica.

Mireya Elisa Moscoso Rodríguez ganó las elecciones presidenciales de Panamá en 1999. Moscoso Rodríguez, hay que destacar, fue la presidenta que recibió de nuevo la soberanía del Canal de Panamá.

Rosalía Arteaga representa un punto interesante en esta travesía de mujeres presidentas: fue presidenta de Ecuador por tres días, entre el 9 y 11 febrero de 1997, luego de que el congreso aprobara el cese del presidente Abdalá Bucaram por «incapacidad mental». Esto provocó un caos democrático que ha sido conocido como La noche de los tres presidentes.

En 2006, Michelle Bachelet Jeria ganó las elecciones de Chile, lo que la convirtió en la primera mujer en llegar a la presidencia de su país.

Un año más tarde, Cristina Fernández de Kirchner se coronó presidenta de Argentina, y luego fue reelegida en 2011.

Laura Chinchilla gobernó Costa Rica entre 2010 y 2014. Chinchilla fue, además de la primera en llegar a la presidencia, la primera en ser vicepresidenta (2006-2008).

Dilma Rousseff fue ministra de Energía y jefa del gabinete civil de la presidencia durante el gobierno de Lula Da Silva. Antes de eso fue una ferviente opositora de las dictaduras militares brasileñas, que gobernaron el país entre 1964 y 1985. Entre el 1 de enero de 2011 hasta el 31 de agosto de 2011 ocupó la más alta magistratura de su país.

Pero antes fue Prudencia.

No, nunca llegó al poder. Era difícil imaginarse a una mujer en la presidencia en 1930. En la presidencia de El Salvador, para más inri. No, no era difícil imaginarlo, era imposible. En 1930, cuando Prudencia Ayala intentó postularse, las mujeres no podían ni siquiera ejercer el sufragio. Eso iba a ocurrir más tarde. Y las mujeres iban a tener que esperar un par de décadas más hasta que organismos internacionales ratificaron el voto de las mujeres, así como la posibilidad para ser elegidas para cargos públicos.

«La mujer ha gobernado en Europa en el sistema monárquico. ¿Qué de extraño tiene que gobierne en las Repúblicas del Continente indo-latino-hispanoamericano en el sistema democrático? Es razón, puesto que el hombre y la mujer forman el cauce del mundo: los dos forman el hogar, los dos forman la sociedad, los dos deben formar el concepto ciudadano y construir las leyes democráticas contra la esclavitud, los dos deben formar el gobierno», escribió en junio de 1930 en Redención Femenina, el periódico que ella fundó, dirigió y redactó.

Prudencia no tenía posibilidades de ganar, ni siquiera el derecho a competir; sin embargo lo intentó. Las mujeres presidentas del continente, las que fueron y las que vienen, le deben a Prudencia Ayala, la salvadoreña indígena (aunque hay quien sospecha que en realidad era negra), que lo intentó muchos años antes.

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