La indignación de los indignados


Sin lugar a dudas, las redes sociales se han convertido en sitios en los que cada uno de nosotros descarga todo tipo de sentimientos y posiciones políticas e ideológicas. Más allá de la circulación de mensajes casuales o intercambios de noticias, el Facebook y el Twitter son en los cuales las posiciones son bastante evidentes.

Por lo que he ido identificando y por ese espíritu de la época, existe mucha radicalización en cuanto a los diferentes mensajes que circulan, tanto de manera individual, como cuando se transmite en nombre institucional, empresarial o gubernamental. Algunos críticos de la posmodernidad aseguran que la radicalización es uno de esos Zeitgeister  en los cuales en pocos segundos un mensaje puede causar indignación o, como decíamos en mi juventud, a la mara le saca calor.

Un ejemplo al que me quiero referir es el triste episodio del incendio en Notre Dame, uno de los íconos históricos no solamente de los franceses, sino de la historia del arte y la cultura.

Como suele ocurrir, el hecho comenzó a provocar cruces de emociones, desde tristeza  ̶ como es mi caso ̶ , pasando por gente que lo vio como con desprecio, hasta aquellos que se alegraron. Algo interesante es que comenzó entonces la indignación por la indignación. Cuando las redes sociales explotaron y las fotografías y videos daban fe de lo ocurrido, los termómetros elevaron su temperatura.

Voy a recurrir a un ejemplo personal. En lo virtual escribí en un tuit: «Que alguien salve a Quasimodo». Por un lado me valió likes, pero recibí varios insultos, porque argumentaron que le estaba faltando el respeto a un hecho tan lamentable. En la realidad, de inmediato llamé a un tío, arquitecto y quien hizo su tesis sobre el gótico, específicamente de esa catedral. Ambos lloramos por el significado de Notre Dame, más allá de que sea un templo religioso.

Sin embargo, después comenzaron a sentirse ofendidos aquellos que leyeron tristezas individuales por el incendio. Estos o estas cuestionaron que por qué te indignabas por ese incendio, y no por los siniestros ocurridos en el Petén, que por supuesto causan lágrimas, impotencia y dolor. Pero, luego, si te indignabas por los incendios en la biosfera maya, por qué no seguías indignado por los niños desnutridos de África. Y si no, por qué no te indignabas por la matanza de perros ocurrida en varios sectores del país, para luego vender la carne para consumo.

La tal indignación sigue y sigue ad infinitum, dependiendo cuál sea a lo que apostás. Es interesante, pues quienes tienen sus miles de seguidores quieren mantener una posición políticamente correcta; otros quieren estar en el spotlight o los que les encanta que les respondan, provocan y provocan.

Lo curioso, y en lo que coinciden pensadores sobre esta época, es que al final de cuentas, a las personas les encantan las diferentes versiones de las realidades, no así el fondo y la esencia de lo ocurrido. Estamos en la época en que todo lo que sucede ante un hecho es motivo de sospecha, complot, conspiración, entre otras, pero, insisto, la verdad no es necesariamente el motivo de una discusión.

Los fanatismos toman las redes, las indignaciones tienen sus niveles, los torrentes virtuales saturan y, a veces, se cae en esa trampa de querer ser políticamente correcto, con tal de no perder seguidores o de quedar bien con todo el mundo. Si a usted le indigna algo que quizá para otra persona no lo es, súbalo, publíquelo, que no le dé pena que alguien se va a indignar porque su perro amaneció con diarrea. Es más, si a usted no le gustó el texto, pues tiene todo el derecho del mundo de indignarse.

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1 Respuesta a "La indignación de los indignados"

  1. Rod Villa dice:

    Ojalá todos supiésemos indignarnos de humor como vos, maestro. Excelente publicación.

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