Terraplanistas y antivacunas: un resultado obvio


Lahura Emilia Vásquez Gaitán_ Perfil Casi literalEn mis clases, para ejemplificar sobre las diferencias que existen entre pensamiento científico y sentido común, siempre me gusta preguntarles a mi s alumnos cómo es la tierra, si plana o redonda. Al unísono y sin dudar ellos me responden que redonda. Inmediatamente les digo: «pero yo la veo plana ¿alguien más la ve así». Y logro mi propósito: un bloqueo mental donde los estudiantes no saben qué responder. Desafiar la lógica común es un ejercicio necesario que muchas veces olvidamos dentro de los salones de clase.

Nadie sabe qué rayos quiere escuchar la maestra. Rara vez los estudiantes responden a las preguntas de forma libre, por lo general, sus respuestas van en función de lo que ellos y ellas creen que el docente quiere escuchar. Y vuelvo al diálogo: «¿Por qué dicen que es redonda si se ve plana?» Y siempre hay alguno —que rara vez es el mejor alumno, porque el mejor estudiante jamás se atrevería a increpar al sacrosanto/inmaculado/perfecto maestro— que dice: «Pues porque así nos han dicho desde siempre, que es redonda».

Las personas que piensan que la tierra es plana no deberían de ser objeto de burlas. Por ahí hay otro grupo que sostiene que las vacunas no sirven y no sé qué tantas más cosas. No deberían sorprendernos. La sociedad decadente que tenemos hoy es, en gran parte, evidencia irrefutable de un sistema educativo fracasado que no responde a las expectativas del mundo actual. Se enseña la obediencia como un valor, para que luego, «obedientemente», los estudiantes se dediquen a aceptar conceptos, teorías y axiomas así nomás, sin que exista el más mínimo espacio para la reflexión, experimentación y exposición de ideas.

Tenemos un sistema de enseñanza, basado en la aceptación de los hechos, tal cual los repite el maestro, el libro de texto o —en el peor de los casos— Google. ¿Y luego nos sorprendemos de que surjan estas formas de pensar?

Son muchas las personas en las redes que ridiculizan y se burlan de este tipo de pensamiento: «¡El mundo va para atrás! ¡Cómo se les ocurre pensar así! ¡Hay que ver lo que pasa cuando se implementan ciertos enfoques en educación!»

Me parecen comentarios bastante cínicos. Estas formas de pensar evidencian algo: de nada sirve asumir algunos conocimientos como ciertos si no son resultado de nuestras propias reflexiones y convicciones. Decir que la tierra es redonda sin saber por qué no se aleja mucho de aquél terraplanista que defiende que la tierra es un gran lago sostenido en las más fantásticas cosas, objetos de la imaginación. Es más, al terraplanista me atrevería a darle un mérito: al menos se atreven a seguir lo que sus sentidos les indican. ¿Cuál es el mérito de aquél que se burla? ¿Repetir lo que le dijeron que había dicho otro más listo que él antes, sin comprender ni tener la más remota idea de la complejidad de su argumento?

Será porque a pesar de ser maestra de física, son muchos los experimentos que aún me persiguen, que no soy capaz de replicar, con los que solo me queda confiar en que así sean, pero más por una cuestión de fe que por convencimiento experimental. Si los que defienden las vacunas están tan conscientes de cómo funciona este mecanismo, no entiendo entonces por qué la humanidad ha sobrepasado la producción de antibióticos a unos niveles inimaginables. Un mundo que defiende la utilización de vacunas, también debería comprender el peligro del exceso de antibióticos, pues comprender la idea central del funcionamiento de una vacuna nos deja una idea silenciosa de por qué entonces no se debería abusar de los antibióticos, ¿o no?

Siempre me hago la pregunta: quienes se burlan de los terraplanistas, ¿sabrán por qué la tierra es redonda? ¿Podrían dar pruebas fehacientes? ¿Están en la capacidad de explicarlo claramente? Los que se santiguan frente a los antivacunas: ¿podría diferenciar entre aquellas vacunas que son realmente indispensables y las que solo funcionan como mero marketing y lujo para quien puede pagarlas? Tristemente creo que no y no sé qué me da más tristeza, si ver cada vez más personas defendiendo la naturaleza plana de la tierra solo porque así «se mira» o ver personas diciendo que es redonda solo porque así se lo contaron. Al menos las primeras, confían en lo que sus sentidos le indican, mientras la gran mayoría de las últimas ni siquiera pueden tener un criterio propio. Descansan en una falsa intelectualidad que, al menor soplo de nariz, cae como un castillo de naipes. Diría que estos últimos son mucho más peligrosos que los primeros y, sin lugar a duda, todos son la triste consecuencia de un sistema educativo fracasado y colapsado que lo que menos enseña a los jóvenes es a cuestionar y a pensar por ellos mismos. ¿Qué esperábamos que surgiera? ¿Las personas que iban a transformar el mundo?

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