Humor negro y tragicomedia en Las muertas


LeoLas muertas, del mexicano Jorge Ibargüengoitia, es un libro que atrapa desde el primer capítulo porque, más que una novela negra, es un excelente retrato del «espíritu mexicano» rural, contado a partir del testimonio de muchos de sus personajes alrededor de una serie de crímenes cometidos luego de la clausura de unos burdeles regentados por las hermanas Baladro.

La novela está basada en unos asesinatos cometidos a mediados de la década de 1960 por las hermanas Delfina, María de Jesús, María del Carmen y María Luisa González Valenzuela, mejor conocidas como «las Poquianchis» en el Estado de Jalisco y en la región de El Bajío. Ellas tejieron una poderosa red de prostitución por toda la zona y, conforme fueron teniendo éxito, fue creciendo su ambición y su maldad. Secuestraban mujeres para prostituirlas, a quienes luego torturaban hasta matarlas, llegando, incluso, a enterrarlas vivas.

En la ficción creada por Ibargüengoitia, las hermanas Baladro pasaron a tomar el lugar de las hermanas González Valenzuela. Aunque es indiscutible que los crímenes de la vida real fueron mucho más escalofriantes que en la ficción —entre los que además se mencionan casos de canibalismo—, la trama de Las muertas no deja de ser sumamente interesante. Acaso el autor, al no ser un maestro de la narrativa de terror, no tuvo interés de contarnos los aspectos espeluznantes de estos asesinatos y más bien, con el humor que lo caracteriza, se preocupó por presentarnos un retrato grotesco de los personajes, siempre acompañado de ciertos momentos cómicos y otros cargados de ternura.

Es a través del humor que nos muestra la candidez y la simpleza provincianas. Este relato, en manos de un temperamento como el de Ibargüengoitia, se convierte en un tamiz de la cruda realidad. Como dije antes, no desea presentarnos los aspectos más horrendos de los asesinatos y por el contrario, a partir de la muerte de una prostituta de nombre Blanca, las otras víctimas van pereciendo a lo largo de una desgraciada sucesión de hechos que parecieran estar determinados por una suerte del destino, más que por la maldad inherente al espíritu de las Baladro.

Sin embargo, esta misma desafortunada cadena de acontecimientos dirige la acción al desenlace de la obra. Las Baladro de la ficción no actúan con la maldad de sus equivalentes Poquianchis en la vida real, y más bien, su situación es provocada por diferentes circunstancias ajenas a una hipotética personalidad perversa. Acaso sea por un simple instinto de supervivencia que deciden esconderse y mantener su negocio a flote a pesar de las adversidades que atraviesan. No tienen otro remedio que callar los crímenes cometidos para sobrevivir, pero estos llegan a ser tan notorios que terminan por arruinarlas.

Dos aspectos más son dignos de mencionarse: primero, que a pesar de sus momentos intensos y llenos de crudeza, la narración siempre conserva un tono tragicómico que llega a parecer simpático, principalmente cuando las hermanas Baladro intentan ganar prestigio social al ostentar su poder, demostrando que las autoridades y funcionarios públicos estén de su lado, pero a la larga solo consiguen granjearse acérrimos enemigos que buscarán su propia venganza. Todo esto ocurre en un ambiente carnavalesco, lleno de jolgorio, con un humor campirano que satiriza la corrupción reinante en las jerarquías sociales establecidas en ese México que, para esa época, no termina de superar su mentalidad provinciana.

El segundo de los aspectos se refiera a esa habilidad que el autor tiene por mantener el interés del lector desde el principio. Desde el primer capítulo, Ibargüengoitia va dirigiendo el relato de manera tal que los lectores van armando, desechando y ajustando sus propias conjeturas, mantiene el suspenso y logra que el lector se pregunte a cada momento qué camino tomarán los hechos; esto compensa en gran medida cualquier reproche que se le quiera hacer por no ser más terrorífico. Es en esa habilidad de crear expectativas y dirigir la acción por caminos insospechados donde radica la maestría de su trabajo.

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