Por siempre Rosa María


Corina Rueda Borrero_ Perfil Casi literalAyer se nos fue una de las grandes. No solo de las letras panameñas, sino también activista por los derechos humanos, por nuestros derechos sexuales y derechos reproductivos. Una mujer tenaz, sin pepitas en la lengua que siempre dijo lo que tenía que decir sin tapujos y tomó como bandera de lucha el destapar la doble moral imperante en la sociedad panameña. Ella es, y será por siempre, Rosa María Britton.

Muchos, como es mi caso, la conocimos primero a través de la literatura. Recuerdo que en la escuela, hacia 2008 o 2009, leí Suspiros de fantasmas para un trabajo cuyo propósito era que conociéramos de literatura panameña. Atravesar su imaginación y estudiar sobre su vida en ese momento me hizo pensar que en Panamá había grandes escritoras y que talvez en algún momento a mí me gustaría escribir como ella. Sin darse cuenta, con sus libros no solo nos transportaba a historias que deseaban ser contadas, también inspiraba a mujeres jóvenes como yo, que queríamos ser escritoras.

Pasaron los años y mientras decidía por mi cuenta —y no por una asignatura escolar— leer un par de libros más de su autoría, recuerdo empezar a notar su presencia en los medios de comunicación. Sus opiniones iban siempre a la médula. Incisiva y sin temor de enfrentar a grandes intocables como las iglesias.

Uno de sus momentos más icónicos en la televisión fue hace unos años, cuando estábamos en pleno debate por la educación en sexualidad en Panamá y enfrentó directamente a Monseñor Ulloa, retándolo a ir con ella a los hospitales del país a ver parir a niñas de 12 años y que en su cara le dijera que la educación sexual no era necesaria. Recuerdo cómo los mojigatos de siempre se ofendieron, pero ella se mantuvo firme como un roble frente las críticas y remató diciendo que si para Monseñor el tema de la educación en sexualidad se debía resolver a lo panameño, eso significaría «una mujer de 22 años con tres hijos y de padres distintos».

Para ella, la doble moral permeada en la sociedad —y que se respalda de líderes que disfrutan de la ignorancia de sus seguidores— era algo a lo que debíamos enfrentarnos sin importar el qué dirían. Fiel a sus principios, Rosa María no permitió que la callaran, dando paso a las generaciones de mujeres que veníamos atrás.

Con el tiempo supe que ella fue a muchas escuelas del país destapando mitos sobre la sexualidad, haciendo docencia sobre los riesgos del VIH e ITS y buscando prevenir embarazos en adolescentes. A mi escuela nunca fue, pero a quienes he escuchado que tuvieron la oportunidad de oírla, así como era ella, a raja tabla, la adoraron y agradecían su franqueza para hablar de lo que nadie quería hablar. Como obstetra y oncóloga tocó la vida de los cientos de pacientes que trató, sanó y alivió de sus males. Sin duda, una mujer de las ciencias que buscaba motivar a que más niñas y jóvenes se inspiraran por estas ramas.

Muchos años de admirarla y seguirla tuve hasta que por fin la pude conocer a principios de este año gracias a su también increíble hija Gabrielle. Lo primero que hizo cuando me vio fue ver si cargaba zapatos de tacón y me dijo que menos mal que no usaba, que ese tipo de zapatos no solo deformaban el pie sino que eran parte de las estrategias de opresión del patriarcado, porque si algo pasaba, era imposible correr. Hasta en esos pequeños detalles ella estaba al tanto y por más que reí en ese instante, ahora pienso que en esas sutilezas también están las significaciones que construyen la sociedad; talvez para muchos absurdas, pero para alguien que había vivido y visto mucho, todo lo que nos rodea es parte de una declaración política.

Hoy, cuando me levanté, leí en Twitter una petición para cambiar el nombre del Hospital Oncológico con su nombre; pero más que eso, ante un contexto donde los fundamentalismos religiosos están agarrando más fuerza, es hora que la ley por la educación en sexualidad salga adelante, una ley por la cual Rosa María luchó fielmente y que es necesaria para cambiar el panorama del país.

Creo recordar una entrevista en la que Rosa María dijo que el mejor regalo que se le podía dar a los niños y niñas de este país eran héroes que admirar, y usted, doctora Britton, sin proponérselo, es una heroína que tocó los corazones de muchos sin necesidad de saber maniobrar una pelota y sin capa. Fue alguien de carne y hueso que a través de sus palabras seguirá inspirando a los que la llegamos a conocer, ya sea por sus libros, sus entrevistas irreverentes, su atención médica o su bondad. Las grandes como usted no se nos van, se nos quedan por siempre a través de sus enseñanzas.

[Foto de portada: Jazmín Saldaña]

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