Mujeres de posguerra


Linda María Ordóñez_ Perfil Casi literalHace un par de años llegó a mis manos Tiempo de silencio, novela de Luis Martín Santos publicada en 1962. Descubrí una obra que rompe con los modelos narrativos que dominaban en aquella época y que se preocupa más por la renovación lingüística y el ensayo de técnicas experimentales. Es una novela estructural porque no solo pretende hablar del entorno social, sino que también propone un cambio en su forma de escritura.

La obra está dividida en secuencias separadas por espacios en blanco, sin títulos o algún tipo de enumeración y tiene una clara influencia de la técnica narrativa de James Joyce. Además, deja a un lado el realismo objetivo, prevalece el estilo barroco e implementa una diversidad de recursos narrativos como el uso del monólogo interior y la descripción de los diversos escenarios en los que acontece la historia.

En la España de la postguerra, las mujeres no tuvieron preponderancia social y política a causa del entorno opresivo reivindicado y afianzado por el franquismo. Esto significó un retroceso en la igualdad jurídica, en el campo laboral, en el sector educativo, en las relaciones de familia y en todo lo que pudiera contribuir al desarrollo de su independencia en la sociedad. Tiempo de silencio nos muestra muchos rasgos de los valores patriarcales que en la colectividad se practicaban y se inculcaban por medio de la iglesia y otras instituciones. Nos muestra personajes femeninos que aparentan ser de vigor y tener fuerza de carácter, y que además hablan con giros lingüísticos más próximos al de una voz masculina.

Sin embargo, esta imagen de altivez se contradice cuando vemos que sus discursos son los de mujeres sumisas, lo que nos permite ver la presencia y el poder de la cultura machista que exigía el sistema dominante en la España franquista. Vemos a mujeres formadas bajo las normas pautadas de una institución política y religiosa, pero que a causa de la precariedad económica se ven obligadas a contradecir la moral que les ha sido inculcada y que practicaban mientras gozaban de la protección de una figura masculina.

La carestía que dominó la posguerra en España obligó a muchas mujeres a aventurarse en la prostitución como medio de supervivencia y esto lo vemos reflejado en ciertos personajes de esta obra. Las prostitutas solían ser mujeres que habían sido violadas, madres solteras o viudas. Y es que algunos hombres se sentían orgullosos de acostarse con la viuda o la hija del vencido, del encarcelado o del asesinado, por lo que muchas mujeres, para subsistir, aprovecharon esta especie de filia machista para tener ingresos económicos, tal como se describe en algunos fragmentos de la novela.

La realidad que vivían las mujeres de clase media en aquellos años de la dictadura se ve representada en Tiempo de silencio y se me ocurre contrastarla con la historia que, años atrás, Federico García Lorca plasmó en La casa de Bernarda Alba, pieza teatral que retrata el ambiente de una familia de clase alta y de carácter tradicional en cuyo hogar también había sufrido la pérdida de la figura masculina y dominante.

En La casa de Bernarda Alba reconocemos a una mujer que ha enviudado por segunda vez y que durante los siguientes ocho años ha tomado la decisión de guardar el luto por la muerte de su esposo, arrastrando con ello a sus cuatro hijas, que están obligadas a seguir el mismo comportamiento de su madre.

En estas dos historias vemos a mujeres que han experimentado momentos similares pero cada una toma un rumbo diferente, motivadas por la clase social y la situación política y económica en que se encuentran.

Por otra parte, Luis Martín Santos nos sitúa en escenarios que representa la realidad que vivía parte de la sociedad madrileña durante la dictadura de Francisco Franco. Por medio de un lenguaje poético, barroco y con abundantes recursos estilísticos logra romper con la narrativa convencional del realismo objetivo y nos detalla el paisaje característico de los suburbios de aquella época.

En Tiempo de silencio se ve reflejado cómo el autor pasa de la crítica social a la aprehensión del existencialismo, que incluye la manera de pensar y la vida de cada uno de los personajes descrita en un lenguaje barroco y poético propio del realismo estructural, teniendo como objetivos la denuncia, la comprensión de la realidad y el reflejo de una sociedad con doble moral que se preocupa por la situación precaria de países ajenos, obviando de esta manera sus mismos padecimientos.

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