La nueva izquierda, o la resignación al reformismo


Mateo Benítez_ Perfil Casi literal«La primera dificultad de la imaginación política puede formularse así ―nos dice Boaventura de  Sousa Santos en Descolonizar el saber, reinventar el poder―: es tan difícil imaginar el fin del capitalismo como es difícil imaginar que el capitalismo no tiene fin». Resolver esta dificultad ha sido la labor del istmo centroamericano durante los últimos cuarenta años desde que, a finales de la década de 1970, el presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, nombrara a Paul Volcker presidente de la Reserva Federal (1979), Margaret Thatcher tomara el poder de Inglaterra (1979) y Deng Xiaoping hiciera lo propio con la República Popular China (1978). Ellos resucitaron los principios liberales que el keynesianismo y otras teorías económicas habían embridado; y fue entonces cuando, según David Harvey, nació el neoliberalismo. A partir de entonces los países tercermundistas tuvieron dos opciones: o se unían a los principios neoliberales previendo la permanencia del capitalismo, o bien, permanecían reacios ante cualquier proyecto neoliberal convencidos de que el capitalismo tendría su fin.

Esta situación marcó la ruptura moderna de las ideologías políticas del istmo centroamericano. La derecha confió ciegamente en los principios neoliberales, la izquierda hasta hace unos lustros profetizaba el fin del proyecto neoliberal. Si acudiéramos al Schafik Handal y al Daniel Ortega de la década de 1990 nos explicarían pacientemente que el imperialismo es la fase superior del capitalismo, por lo que solo es cuestión de tiempo para que llegue a su fin. Sin embargo, cualquier hombre de izquierda de nuestros días lo pensaría más de dos veces para darnos esta respuesta. La izquierda está más llena de dudas que de certezas: no  hay ―si me explico― un proyecto de izquierda que merezca ser llamado de izquierda en los países del istmo centroamericano. Los proyectos de la izquierda de nuestra década son retoques de los proyectos encaminados por las teorías convencionales (esas que no prevén el fin del capitalismo). Por ejemplo, si se habla de desarrollo, entonces la izquierda habla de «desarrollo alternativo», si se habla de grupos sociales la izquierda lo hace de «grupos sociales subalternos», etcétera. La izquierda, además de tener dudas, está atrapada. No sabe de qué manera resolver esta dificultad y mientras tarde en resolverla no le queda otro camino que el reformismo. «Somos militantes ―admitió un día el sociólogo guatemalteco Edelberto Torres Rivas en la conferencia ¿Qué significa ser de izquierda en el siglo XXI?― de un enorme fracaso ideológico y político», y enfatizó: «La manera de ser revolucionario, hoy día, es hacer política de reformas».

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