Los porqués históricos (y actuales) de la desintegración centroamericana


Mateo Benítez_ Perfil Casi literalLa tradición centroamericana de los centros académicos o lugares afines es recordar a Francisco Morazán (1792-1842) por ser el último luchador en pro de la unidad del istmo, sin embargo, un estudio minucioso de la historia de la región da cuenta de otros personajes con el mismo fin: el guatemalteco Justo Rufino Barrios (1835-1885), por ejemplo. Centroamérica es la historia de lo que pudo ser y no fue. Si un ciudadano de Catar movido por la curiosidad decide conocer las regiones del mundo utilizando Google Maps, existe la probabilidad de que, antes de dar zoom a la pantalla, considere que la zona geográfica que se ubica entre el estrecho de Tehuantepec en México y el Tapón del Darién en Panamá pertenece a un mismo país. Parte de esta región es conocida como Mesoamérica y en ella, antes de la llegada de los españoles, proliferaban diversas civilizaciones: mayas, lencas, pipiles, nicaraos, etcétera. Civilizaciones (perdón por el concepto anacrónico) diferentes y quizá incomprensibles a nuestra mente occidental.

Con la llegada de los españoles se perdió casi todo lo que nos identificaba como nativos, pero algunas tradiciones, algunas creencias y nuestro color de piel son vestigios de aquel origen. Algunas acciones colectivas como la descolonización pregonada por el portugués Boaventura da Sousa Santos defiende el rescate de las cosmovisiones nativas del Nuevo Mundo, aunque lo cierto es que resulta imposible rescatar la vida de Centroamérica antes de Colón. No obstante, hay aspectos importantes que parecían perdidos pero que son muy fáciles de recuperar, como la interacción comercial y social de la región. Las diversas etnias pre-coloniales mantenían relaciones sociales y comerciales destinadas a satisfacer sus necesidades básicas y alguna que otra ociosidad en virtud de las creencias religiosas. Por razones difíciles de esclarecer y con base en la escasa bibliografía disponible, las diversas civilizaciones se desintegraron (o simplemente las erradicaron, nunca lo sabremos a ciencia cierta) casi en su totalidad y el istmo se dividió en cinco Estados independientes: Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. La región del estrecho de Tehuantepec se anexó a México en 1823 y fue augurio de la desintegración posterior. Belice, conocida hasta 1973 como Honduras Británica —quienes aún cantan God Save the Queen— y Panamá, que se independizó en 1903 de la Gran Colombia, representan las compensaciones territoriales de consuelo tras la pérdida de 1823. Pues bien, si los siete Estados —contando los dos últimos—  hubiesen mantenido siempre una estrecha relación social y comercial, otra fuera la historia, acaso una mejor.

Tres circunstancias históricas determinaron la desintegración geoeconómica y social centroamericana. La primera atañe al periodo histórico de la Colonia, abarcando 300 años aproximadamente. Durante este periodo, los diferentes ayuntamientos que se fueron formando fijaron su mirada comercial y social en la ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala (hoy Antigua Guatemala), pero estas eran miradas indirectas, pues hacia donde en realidad querían ver era hacia España.

La segunda circunstancia parte del año 1821 hasta la segunda mitad del siglo XX, abarcando la independencia del dominio español y la consolidación de las antiguas provincias centroamericanas como repúblicas independientes. El dominio español cambió de manos y fue sustituido por el de Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Alemania, a quienes los mono-cultivadores países del istmo ofrecían sus cosechas (añil, café, cacao, algodón, caucho, etcétera).

Por último, que a los centroamericanos nos interese el triunfo electoral de Donald Trump o los discursos de Vladimir Putin más que el fraude electoral de Juan Orlando Hernández en Honduras, dice mucho sobre nuestra desintegración. Hablamos el mismo idioma, vivimos en el mismo istmo y nuestra historia difiere en pequeños detalles; quizá tiempo habrá otra vez —uno nunca sabe— para que nuestros dirigentes sientan el deseo de integrar las naciones centroamericanas y convertirlas en una sola nación.

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