Viejas inquisiciones


Alejandro García_ Perfil Casi literalEl más reciente artículo de Mario Vargas Llosa publicado en el diario El País llama a la comprensión de lectura y de los fenómenos sociales, pero no porque su autor así lo manifieste sino porque el célebre escritor peruano parece carecer de ambas características.

La calidad de las letras de Vargas Llosa no entra en discusión, pues resultaría ridículo cuestionar sus logros, sin embargo, en el artículo publicado el pasado 18 de marzo llama al feminismo «enemigo de la literatura», luego de un preámbulo en el que, de manera sutil, sugiere que dicho movimiento pretende «descontaminar» el arte literario, aniquilando así la libertad de la escritura y trayendo como consecuencia una literatura inofensiva que se aleja de la realidad. Resulta inverosímil el paralelismo que trata de dibujar entre el movimiento feminista y la religión o los regímenes totalitarios que pretendieron «establecer censuras severísimas levantando hogueras para quemar a los escribidores y editores que desafiaban la moral y la ortodoxia»; la creación de una conciencia colectiva que llama a desafiar actitudes históricamente repudiables en contra de las mujeres ―y que pretende la igualdad de derechos entre ambos géneros― dista mucho de la forma en que Vargas Llosa se refiere al movimiento por los derechos humanos como «el enemigo más resuelto de la literatura».

El acto de leer no solo involucra una concatenación de palabras sino la responsabilidad de comprender lo que leemos. La crítica que se desarrolla conforme nos adentramos más y más en la lectura es parte de esa responsabilidad que adquirimos cuando somos lectores. Por ello es irresponsable no someter la literatura a la crítica dado que también representa una forma de expresión humana correspondiente a una época y circunstancias específicas. Analizar una obra no significa dilapidar a su autor por escrito ―pues en ese caso estaríamos ante una afrenta a la libertad― sino comprender y el analizar el contenido para formular un pensamiento crítico, lo cual es una de las misiones intrínsecas del acto de leer. Leer es un acto revolucionario en sí mismo, una lucha contra sistemas que pretenden desinformarnos, anestesiarnos de los hechos y la realidad que vivimos. En tiempos donde se acuñan términos como fake news, leer es una obligación y si aspiramos un crecimiento educativo como seres humanos es necesario que aprendamos a analizar y valorar un texto, y en este caso específico, evitar que perpetúe el empobrecimiento sistemático en la calidad de vida de las mujeres.

Tener la madurez que implica reconocer sitios de privilegio en detrimento de un sector de la población es vital si pretendemos avanzar como civilización. Considerar la literatura como un dogma es el verdadero enemigo y «descontaminarla de machismo, prejuicios múltiples e inmoralidades», como Vargas Llosa entiende, no es necesario dado que eso evidencia nuestra naturaleza. Es imposible construir una sociedad más saludable si no aceptamos primero quiénes somos, y eso sólo puede ser posible a través de la deconstrucción de mitos, actitudes y sistemas de valores que atentan contra los derechos de los demás.

Vivimos en una época donde los escritores son más importantes que nunca, quienes levantan voces y ayudan a estimular el pensamiento crítico como defensa ante la masificación de información falsa y la pereza intelectual que reduce luchas sociales a estereotipos amarillistas con el afán de evitar la labor más ardua: mirarnos al espejo, aceptar las consecuencias de quiénes somos y tener la voluntad de cambiar.

La gran escritora Ursula LeGuin, en su discurso de aceptación del National Book Award, nos recordó la importancia de la literatura como ente transformador ante los poderes que se erigen en tiempos difíciles, además, la necesidad de escritores que puedan ver alternativas a la forma en que vivimos: «Cualquier poder humano puede ser resistido y cambiado por los seres humanos. La resistencia y el cambio a menudo inician en el arte, y muy a menudo, en nuestro arte: el arte de las palabras».

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1 Respuesta a "Viejas inquisiciones"

  1. María Lola dice:

    Estoy de acuerdo con usted, pero lei el artículo del escritor peruano y que habla de lo mismo. No dice que la literatura deba ser descontaminada, el feminismo y otras escuelas de la actualidad quieren hacerlo. Soy mujer y estoy casada y tengo una hija, y quiero que las mujeres tengamos mejores condicines de vida, laborales, etc, pero si creo que la radicalidad de algunas feministas es de verdad un moralismo como una nueva religiosidad o partido político. Se trata de luchar por las mujeres, no de que las mujeres tengan derecho a cometer los mismos aberraciones que han cometido los hombres. Yo he sido marginada y prejuicidad por colegas por estar casada y por tener una hija, me han tratado como a una traidora. Escribí una novela y no la quisieron publicar en una editorial de reconocida trayectoria porque no trataba de temas de actualidad de las mujeres, infidelidades, aborto y demas. El feminismo se está convirtiendo en una moda religiosa igual que otras que han habido, se esta saliendo de control a eso se refiere Vargas, que aparte no creo que sea tan buen escritor, es bueno pero hasta alli. Sobre su articulo en especial, entiendo su punto y lo comparto, creo que su intención está clara, pero vealo de este modo: Vargas dice que el feminismo es la nueva inquisicion porque se basa en un moralismo extremo cada vez mas. Hoy en dia las personas no leen, solo hablan de Madame Bovary o de Lolita, pero no las han leido. Esas son tenidas como grandes obras feministas, cuando si usted lee criticamete como aconseja, se dara cuenta de que encierran un machismo bastante notable. Madame Bovary es una mujer tonta y frustrada de la cual los hombres abusan y se aprovechan, ella no sale adelante por algo termina matandose, igual Ana Karenina. Lolita es una niña secuestrada y abusada. Esos temas serian impublicables hoy porque mal vistas a las mujeres. Pero esas son grandes obras a pesar del machismo por que lo que importa es el valor literaria. Son historias por como estan contadas no porque sus personajes sean buenos o malos o mujeres exitosas empresarias.

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