Amor


María Alejandra Guzmán_ Perfil Casi literalQuizás sea la palabra más repetida en toda la historia de la Humanidad. Es el discurso incomprensible pero aceptable con el cual nos justificamos cuando erramos de buena fe. Es la palabra que miles de poetas han utilizado para describir lo más sublime y excelso que perciben. La palabra que hace eco en textos de diversas índoles: literarios, sagrados y filosóficos.

En nombre del amor se han efectuado acciones sumamente bondadosas, pero también se han cometido crímenes abominables. El amor es en sí una palabra cuyo significante por siglos ha tenido un valor mayor que su significado, pues pareciera que los seres humanos estamos fascinados con la palabra, mas nos importa un pepino cómo la entendemos realmente. A tal grado llega esta incomprensión que incluso el amor se ha convertido en una estrategia mercadológica, una táctica publicitaria, un producto más de consumo masivo. Revistas del corazón, filmes románticos con pésimos montajes, baratijas en oferta durante cada febrero, tiendas enteras que subsisten a base de la venta de arreglos con globos, ositos de peluche, etcétera. No me malinterpreten, mi deseo no es que este tipo de comercio deje de existir, pero valdría reflexionar ciertos puntos al respecto.

La publicidad, por ejemplo, nos estimula a fascinarnos con el amor y nos hace creer que es imprescindible gastar en cosas innecesarias para demostrar nuestro afecto, mientras que la sociedad entera nos manipula para que encontremos el amor. En realidad nuestra sociedad no nos exhorta a amar sino a autoengañarnos. Me refiero a toda esa carga sociocultural de ideas preconcebidas en torno al amor. Se nos dice que amor es entrega, que solo nuestros padres podrán amarnos de verdad, que el amor es sufrido, que las mujeres amamos con mayor intensidad que los hombres y tantas otras cosas. Y como en todo, es válido cuestionar estas creencias.

Aunque nadie tenga autoridad para definir de forma concreta qué es amor, lo cierto es que no debería de estar basado en creencias impuestas por otros. El amor es en sí una experiencia maravillosa e indescriptible, por lo tanto, nadie más tiene ni la obligación ni el derecho de decirnos cómo vivir dicha experiencia. Desde el momento en que nuestras expresiones afectivas se basan en creencias ajenas, dejan de ser genuinas. El amor se basa precisamente en lo genuino, en aquello que no pretende ser sino en aquello que permite ser.

Quizá nunca entendamos el amor en toda su dimensión, pero sí es posible entender qué no es amor. Y amor no es el regalo que está en una vitrina de exhibición ni el final feliz de las películas producidas por Hollywood. En lo personal considero que el amor es el misterio escondido en lo más recóndito de nuestro ser, ese maravilloso misterio destinado quizá a no descifrarse jamás.

Cada quien tiene derecho a elegir qué tipo de amor quiere experimentar.

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