Queremos tanto a Frank Delgado


Frank Delgado nació en Minas de Matahambre (Cuba), un lugar con topónimo novelístico —de esos que abundan en Latinoamérica y dificultan la tarea del escritor—, en 1960. Se graduó como ingeniero hidráulico, pero nunca ejerció esa profesión mundana.

En 1979 se unió a la Nueva Trova junto a Carlos Varela —un hombre de voz dulce y cosmopolita— y Santiago Feliú, ya fallecido, quien siempre me ha parecido —y esto es un halago— una evolución natural de Silvio Rodríguez.

La música de Frank Delgado es importante porque gravita alrededor de un tema interesantísimo: la vida del cubano en Cuba. Fuera de romanticismos baratos, estereotipos e ideologías sin matices, los cubanos en Cuba son, al menos para mí, un enigma. Las derechas nos los presentan famélicos y anacrónicos, y las izquierdas los alaban por su lucha y sus altos niveles de educación, salud y alegría.

Frank es honesto, pero contradictorio. Con él hay que leer entre líneas. En La isla puta dice:

Yo vivo en una isla bloque,

y que se la pasa desfilando,

si no agitando banderitas,

en vez de celebrar bailando.

 

Yo vivo en una isla marcha,

pero por la izquierda yo escucho son clásico,

y no te llevo pa’ mi casa

porque vivo en un medio básico.

https://www.youtube.com/watch?v=UinD__WAOR4

 

Embajadora del sexo aborda la problemática de la prostitución en el malecón de la Habana y La otra orilla es una amarga diatriba contra los que se fueron y los que se quedaron:

Aún continúa el flujo a la otra orilla

en vuelos regulares y balseros

y sé que volverán sin amnistía

porque necesitamos su dinero (o su consuelo, yo no sé).

 

Se hospedarán en hoteles lujosos

y pagarán con su moneda fuerte

y aquellos que les gritamos escorias (como yo)

tendremos que tragarnos el nombrete (no digo yo).

 

https://www.youtube.com/watch?v=cFoEkhfKc38

 

Y, sin embargo, Frank también es un hombre con certidumbres políticas. Con la adarga al brazo es un himno a la figura de Ernesto Guevara y Carta del niño cubano a Harry Potter puede ser la canción más anti-imperialista y sutil de la historia. Además, Frank le canta al amor (Utopías, Si me pides un bolero, Cuando te vi), a la rumba (Con Sabina en el vedado, Travestis, La concupiscencia) y a la nostalgia. El lector puede escuchar Cubanos de ultramar y La carretera.

Aunque el algoritmo de Spotify lo confunde con el DJ de los Deftones, Frank Delgado está presente y su música resuena para la felicidad de unos pocos. Este artículo, escrito con admiración y afecto, intenta que algún lector despreocupado y con ganas de escuchar buenas canciones pueda descubrir por qué queremos tanto a Frank Delgado.

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