Más allá de la sangre: Once upon a time… In Hollywood y lo tarantinesco


Ricardo Corea_ Perfil Casi literalMi primera idea al salir del cine —y tomando en cuenta que no soy experto en su obra ni experto en cine ni experto en… Bueno, básicamente en nada— fue que Once upon a time… In Hollywood, la más reciente película de Quentin Tarantino, es la menos tarantinesca (¿tarantinezca? ¿Qué diría el CM de la cuenta en Twitter de la RAE?) de las 9 obras que conforman ese universo tan lúdico, cómico y sangriento del cine de Quentin, Quentin.

De hecho, tuve la fuerte sensación de que Once upon a time… In Hollywood se delata como película de Tarantino hasta los últimos veinte minutos, cuando las escenas de acción por fin se toman la pantalla por la fuerza y la sangre de todo el mundo comienza a correr por doquier.

Pero, pensándolo mejor, el cine de Tarantino es mucho más grande que la sangre.

Los diálogos

Largos y superfluos: quien no lo conozca, diría que son completamente prescindibles, pero no. Están ahí para cumplir con esa función de comedia extraña que tanto ama Tarantino: que nos den risa cosas que no son graciosas. Y en medio de los diálogos aparentemente banales se suelta alguna frase digna de ponerla con foto y compartirla en redes sociales cual tía religiosa: «No se puede conseguir nada sin ensuciarse las manos. Y lo que estoy haciendo es ensuciarme las manos».

En Once upon… está, por ejemplo, esta frase del narrador: «Cuando llegas al final de la línea con un amigo que es más que un hermano y un poco menos que una esposa, emborracharse juntos es realmente la única forma de despedirse». Una camiseta que diga esto, por favor.

La música

Por supuesto que si Tarantino hace una película ambientada a finales de la década de 1960 utilizará la música de esa época, la que tanto ama, la que tanto amamos: Deep Purple, Neil Diamond, Simon & Garfunkel, Los Bravos y hasta José Feliciano.

Planos spaghetti westerns

Planos alternados donde no hay mucha acción, que tensionan la psique del espectador para la acción que está por venir, en claro homenaje al spaghetti western, especialmente a El bueno, el malo y el feo, una película que Tarantino ha reivindicado en más de una ocasión como la mejor de la historia de la humanidad. En su última película también hay mucho de eso aunque se encuentra sumergida más en la metaficción.

Entonces eso me lleva a desechar mi impresión inicial: en realidad sí es una película tarantinesca aunque no es —con el perdón de los snobs del mundo— una obra maestra.

Once upon a time

No me malinterpreten, creo que es una grandiosa película. A pesar de las casi tres horas es bastante entretenida. Por ratos sentí que estiraba la trama de forma innecesaria, pero en ningún momento uno piensa que es aburrida.

Las actuaciones de Leonardo DiCaprio y Brad Pitt son brillantes, impecables y demuestran (como si a estas alturas lo necesitaran) que sus años de experiencia no han sido por gusto.

He leído a algunos que minimizan la actuación de Margot Robbie, asegurando que su papel es más bien decorativo. Tampoco estoy de acuerdo. Su papel es maravilloso porque nos regala a una Sharon Tate que es, si la ultraviolencia no se la hubiese arrebatado, lo que tuvo que ser en la vida real: una mujer joven, exitosa y famosa viviendo su vida de acuerdo con sus posibilidades y condiciones.

Pequeño spoiler

El punto negativo de la película lo pone, creo yo, esa escena en la que Cliff Booth (Brad Pitt) humilla en una pelea al legendario Bruce Lee (Mike Moh). Si bien es cierto abundan las historias sobre el temperamento insufrible del gran Lee, esa escena está puesta ahí más por capricho que por necesidad narrativa. No incide absolutamente nada en la trama y tampoco sirve para enseñarnos que Cliff es muy bueno peleando porque eso lo descubrimos sin mucho esfuerzo.

Además, hay un error en esa escena: al inicio de la pelea hay gente alrededor de ellos; pero para cuando termina ya no hay nadie y en ningún momento los vimos irse.

Es cierto que conocer la historia de Charlie Manson, Sharon Tate y Roman Polanski puede sumarle puntos a la experiencia de ver esta película, pero la verdad es que se disfruta muchísimo aun ignorando la historia real.

Lo mismo ocurre con las referencias cinematográficas y televisivas de la época. Si alguien las conoce le encontrará mucho más sabor a la película, pero si no, no pasa nada: no se arrepentirán de pagar el boleto de cine. Al final, eso es lo que importa.

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