The Newsroom y la misión civilizadora del periodismo


The Newsroom es una serie original de HBO, creada por Aaron Sorkin, a quien ya conocemos por ser el guionista en The Social Network y Moneyball, por mencionar las más famosas.

La sinopsis de la serie no despierta demasiado entusiasmo: uno de los presentadores de noticias más importantes de la televisión estadounidense, Will McAvoy (Jeff Daniels), regresa de unas vacaciones obligadas, luego de sufrir un revés mediático, solo para enterarse que su equipo de trabajo ya no está, y que su jefe, Charlie Skinner (Sam Waterston), decidió contratar a la exnovia de Will, Mackenzie McHale (interpretada por Emily Mortimer) para llevar el noticiero a nuevos horizontes periodísticos.

El drama interpersonal ̶̶̶̶ ̶ ¿se imaginan trabajar con su expareja? ̶  se mezcla con las aprehensiones naturales de producir un noticiero de horario estelar. A esto se le suma un ingrediente especial: la lucha eterna por intentar cazar ese animal mitológico llamado «buen periodismo».

¿Qué es el buen periodismo? ¿Con qué se come? O mejor aún: ¿cómo se consigue dinero para comer con el buen periodismo? ¿Qué es ético decir, dejar de decir, insinuar, exponer, ocultar, preguntar…? Las respuestas parecen obvias en la teoría, pero en la práctica se vuelven zonas grises, especialmente en países del tercermundo como los nuestros.

Durante tres temporadas, The Newsroom nos enfrenta a estas y otras muchas dudas sobre el oficio.

Pese a la narrativa veloz y los diálogos inteligentes, tan característicos del trabajo de Sorkin, el gran problema de esta serie es que peca de idealista. Desde los primeros minutos del primer capítulo, percibimos una declaración de intenciones de parte del creador y los guionistas: durante un conversatorio universitario, McAvoy le suelta a una estudiante universitaria por qué Estados Unidos ya no es el país más grande del mundo, para luego explicar que sí puede volver a serlo. ¿Cómo? Volviendo a lo que los hizo grandes alguna vez: un electorado bien informado, no polarizado, que desprecia el entretenimiento sinsentido. Otra vez: buen periodismo.

Con The Newsroom, Sorkin logró poner el foco de atención en la manera en la que operan los grandes medios de comunicación. Y no me refiero a la labor propiamente periodística, sino a los modelos de negocio. Por supuesto que no dijo nada que no se supiera ya, pero nunca está de más recordar que la información no es gratuita, aunque los consumidores no paguemos directamente por ella. Por otro lado, consiguió vislumbrar las graves crisis mediáticas y periodísticas que se acentuarían unos años después de que la serie terminara. No las predijo, porque los síntomas de esta enfermedad llamada «posverdad»ya comenzaban a manifestarse, pero sí logró volverlas palpables, aunque en aquel momento (2012) todavía parecían exageraciones apocalípticas.

El mayor triunfo de The Newsroom radica justamente en su mayor debilidad: la idealización del periodismo. Aunque en la práctica parezca inviable, la misión civilizadora de Will McAvoy sigue siendo tan necesaria como siempre. La visión del periodismo como un freno imprescindible para la estupidez galopante. Ese es el mensaje de esta serie al final del día: contra todo pronóstico, el periodismo sigue siendo la última línea de defensa de la democracia.

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