Ni pasaporte, ni presidente, ni gobierno


André González_ Perfil Casi literalAl momento de empezar a escribir este artículo llevo casi un mes esperando mi nuevo pasaporte. No encuentro mayor información en las páginas virtuales de los diferentes medios de comunicación guatemaltecos. La Dirección General de Migración anunció en su página web, el martes 2 de mayo, que recibieron cien mil cartillas para renovar pasaportes y que se les dará prioridad a los guatemaltecos en el extranjero. La Embajada de Guatemala en Suiza, donde realicé el trámite, solo sabe responder que «ha sido un problema debido a la mala planificación».

Es molesto e inaudito escuchar ese tipo de respuestas. ¿Qué clase de funcionarios existen en Guatemala? Claro que no es el único problema del país y tampoco el más importante. Es apenas uno de los tantos que parecieran reproducirse gracias a la existencia de los otros.

Esta crisis no es solo de Guatemala sino que además se vive en cada país donde habita una guatemalteca o guatemalteco. Está representando graves problemas para miles de personas. Pérdida de empleo, no poder realizar trámites, imposibilidad de viajar… Esto último no siempre es por placer y los motivos son diversos: laborales, urgencias familiares, acoso doméstico y un largo etcétera. ¿Cómo se le puede llamar Estado si las dependencias no son siquiera capaces de imprimir sus propias cartillas para pasaportes? El problema pasó a un concurso y optaron por la empresa alemana Bundesdruckerei, a la que encargaron 500 mil libretas para mitigar la situación. ¿Por qué la renovación o extensión del primer pasaporte es un problema, una crisis?

Muchas veces siento y creo que Guatemala es una inmensa bola de preguntas sin responder. A quienes realizan el trámite de renovación les estampan una calcomanía válida por un año en la libreta anterior, y les dan una libreta nueva a quienes tramitan el primer pasaporte. Al final todo se soluciona con parches y diciéndole a las personas que «No hay, mejor venga otro día».

Pensaba que debería esperar varios meses hasta tener un nuevo pasaporte, documento trascendental para un migrante —no tengo DPI ya que las últimas dos veces que fui a Guatemala me dijeron que debo esperar varios meses—, pero Guatemala es impredecible, la eterna caja de sorpresas donde nací: el lunes 1 de mayo llegó de manos del cartero mi pasaporte. La verdad es que no salgo del asombro. Alguien me dijo que sería como ganarme la lotería y así fue.

La nota de la Dirección General de Migración de la cual hablaba al inicio decía que darían prioridad a los guatemaltecos en el extranjero, no por ello seré indiferente y dejaré este texto a medias o ya no lo terminaré. Es un grave problema el que viven miles de guatemaltecos y debo pronunciarme como lo había pensado antes del 1 de mayo. Entonces me molesta saber que soy un guatemalteco que forma parte las prioridades del Estado, esto es desagradable y lamentable. No puedo ser parte de esas prioridades ya que no vivo en Guatemala. Es tan normal y cotidiano que el Estado guatemalteco quiera dar una buena imagen en el extranjero cuando los problemas están dentro del país.

El país que es un gran juego de lotería. Es tan irónico que eso cruce fronteras y nos alcance a los que nos fuimos. Es una especie de fantasma que nos recuerda que siempre que le dé la gana nos puede incordiar más de lo que podemos imaginar o hacernos creer que hace mucho por quienes estamos fuera. La molestia persiste, no me gusta cómo la burocracia fomenta la desigualdad alimentando privilegios, y menos me gusta ser parte de ellos. Se creen tan superiores que nos piensan como estúpidos dentro y fuera de las fronteras nacionales. El país de la ironía persistente, todo se tapa con un desmayo o cualquier locura dentro de la mente de un payaso.

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