Rabos de lagartija


André González_ Perfil Casi literalLa novela Rabos de lagartija, de Juan Marsé, se desarrolla en una Barcelona que no es la de los Juegos Olímpicos de 1992. Pareciera ser esta la de un pasado lejano y oscuro por olvidar o que la mayoría busca alejar. Aún en verano a la ciudad de aquellos años le falta más que luz.

La Barcelona plomiza, marginal y hambrienta de mediados de la década de 1940 en la cual los ecos de la finalización de la Segunda Guerra Mundial llegan como palabras de un idioma que sus ciudadanos estaban obligados a no conocer. La bomba nuclear aparece en escena con un estallido silencioso en las páginas de los periódicos y no se sabe mucho de ella pero provoca miedo como tantas otras cosas en la España de los vencedores.

La posguerra es muy latente, pareciese imposible de sobrevivirla si se está en el bando de los vencidos. Las oportunidades huyen de los llamados «rojos» y de sus familias, mantener la dignidad cuando el sistema los persigue en todos los aspectos resulta ser una tarea complicada. La vida se ensaña con los excluidos, a los que la pobreza y calamidades los sumerge en círculos de los cuales da la impresión que no hay escapatoria posible. Mantener las ideas para no sucumbir al sistema es una lucha que va más allá de los ideales, es la integridad que está en juego.

La obra lleva un ritmo lento, los sucesos más trascendentales se dan en la segunda mitad de 1945 y un fatídico desenlace en 1951. Tiene momentos llenos de fantasía, todo cuanto ocurre en la mente de David pareciera no ser posible. Habla con las personas que están lejos o muertas, y mantiene conversaciones con su futuro hermano cuando este es solo un feto en el vientre de su madre.

La historia está narrada por Víctor, quien durante gran parte de la novela está en el vientre de su madre. Él nos hace partícipes de sus reflexiones y traslada la vida de afuera a su mundo húmedo en el cual está muy bien protegido. Los personajes principales son Rosa Bartra «La Pelirroja» y el inspector Galván; los hechos giran con ellos y a su alrededor. Este último es un policía que no es como los otros de la Brigada Político Social.

Fueron demasiadas situaciones contrarias las que lo llevaron al cuerpo de policía. No se trata de un ser despiadado y sin escrúpulos. Por la investigación que realiza para saber el paradero del esposo de La Pelirroja, un «rojo» en todos los aspectos, nunca se sabe su paradero. Seguramente estará muerto como tantos otros, lo normal de aquellos años. Con el tiempo llegarán a entablar una relación y las visitas, por motivos de la investigación, llegan a ser diarias; el motor que la inició quedará lejos. Los infortunios de ambos serán más fuertes, el inspector no podrá llegar a tiempo para socorrerla y que reciba la ayuda necesaria para salvarse.

El feto que nos cuenta la historia se llamará Víctor, será sietemesino y debido al golpe que recibe cuando su madre cae desmayada será discapacitado. David y su recién nacido hermano van a vivir con la hermana de su madre. Pareciera que la vida de David tendrá otros caminos y ya no los de un futuro paria, que es lo que le auguraba el destino. Encuentra en la fotografía un medio de expresión, la fatalidad y marginalización de la cual es parte solo le dio una tregua porque muere arrollado por un tranvía por defender de unos policías las fotografías que había tomado durante las protestas por el alza al precio del transporte. En esa España, al final de cuentas, todos forman parte de los vencidos.

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