Se cierra el telón: el adiós a Conchita Deras


Rubí_ Perfil Casi literalEscribo este artículo desde la tristeza y el hartazgo. Parecerá exageración, pero no puede negarse que las ironías fueron agenda en Guatemala durante el mes que termina hoy. Resulta imposible olvidar que el pasado 8 de marzo, en el marco de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, murieron 40 niñas calcinadas. Cinco días después se conmemoró también el Día Internacional de la No Violencia contra la Niñez y la Adolescencia mientras que, en la correccional para menores en conflicto con la ley Etapa II, los internos se amotinaron reteniendo a trabajadores del lugar como rehenes para asesinarlos después en respuesta al caso omiso de sus demandas por parte del sistema penitenciario.

Pues bien, a propósito de ironías, el 27 de marzo se festeja el Día Mundial del Teatro. Pero el gremio teatral y cultural guatemalteco tiene poco que celebrar después del asesinato de Concha Marina Deras Díaz perpetrado el 13 del mismo mes. La actriz, escritora, activista, trabajadora social y docente hondureña luchó por su vida durante una semana y finalmente murió el día 21 a los 85 años. Fue sanguinariamente asesinada en su domicilio de la zona 2 de la ciudad de Guatemala y las investigaciones concluyen un simple robo domiciliar.

Conchita Deras fue una mujer de ideas, de compromiso artístico y político, que trabajó en labores sociales junto con María Vilanova de Árbenz durante la gestión presidencial de Jacobo Árbenz. También trabajó al lado de los dramaturgos Hugo Carrillo y Manuel José Arce en distintas obras teatrales. Poco alcanzan las palabras para manifestar el pesar de perder a una artista de su talla en un país como Guatemala, que tanto necesita de ellos. El vacío que dejan nunca se llena y su lugar nunca es reemplazable. Así sucedió también cuando la actriz Norma Padilla fue atropellada en 1984. Está de más mencionar que su muerte sigue siendo un misterio de efeméride.

Al leer la noticia del asesinato de Conchita Deras no pude evitar remitirme al 30 de septiembre del año 2014, fecha del homicidio de la autora de la obra teatral La gente del palomar, María del Carmen Escobar, quien extraña y casualmente vivió también en la zona 2, no muy lejos de donde ocurrió el crimen contra Conchita Deras. Meses antes de la muerte de María del Carmen Escobar asesinaron también al joven y prometedor actor Víctor Hugo Monterroso, cuyos restos fueron literalmente repartidos alrededor del relleno sanitario de la zona 3. Lo mataron porque tenía que pagar para vivir: lo extorsionaban. Sí, lo extorsionaban siendo actor, como si su profesión le hubiera hecho acumular una gran cantidad de dinero en la cuenta del banco.

Este análisis forense parecerá de mal gusto. No obstante, mis motivos radican en llamar la atención acerca de cuál es nuestra respuesta como sociedad ante la pérdida de un artista. En sí, los asesinatos en Guatemala viven en nuestra opinión durante pocos días, y tal y como van empujándose hacia abajo en nuestros portales en las redes sociales, así van empujándose hacia el negro agujero de nuestra memoria hasta desaparecer. La cobertura que hicieron los medios de comunicación en relación con la reciente muerte de Conchita Deras, si bien no fue nula, tampoco fue exhaustiva. Y no tendría por qué serlo, tampoco. La noticia, aunque duela reconocerlo, era prioritaria para el reducido y moribundo sector artístico.

Cómo obviar el hecho de que poco se nos hincharon las venas del orgullo por el arrebatamiento brutal de una actriz que dejó mucho para el arte y el estudiantado de la USAC, pero sí nos enardecimos cuando se nos alteró la naturaleza lúdica de nuestra tradición huelguera, y digo nos porque yo también me pronuncié.

Comencé escribiendo desde la tristeza y el hartazgo. Sumo a estas emociones la derrota que engendra el quebranto que hoy sufre el gremio artístico, y específicamente el teatral. Concha Deras falleció no como una mujer anciana que gozara de los frutos de toda una vida de entrega al arte; murió vapuleada por extraños y su agonía fue tortuosa, tanto para ella como para sus familiares que la vieron morir desfigurada por los golpes, sin el pleno goce de la satisfacción de haber llegado a la vejez.

En Guatemala hay una nueva ausencia, se apagaron las luces y se cerró el telón. Esta vez, por la muerte de Conchita Deras.

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