Inmigrantes: testimonios de amor y humanidad


Gabriela Grajeda Arévalo_ perfil Casi literal«Me llamo Elisa Palazzo, tengo 19 años y vengo de Turín, al norte de Italia. Me mudé a Panamá en 2015 por la crisis económica de mi país. Mis padres ya no tenían trabajo y quisieron mudarse para que mi hermano y yo tuviéramos la oportunidad de ir a la universidad».

El ser humano es, fundamentalmente, migrante. La teoría del poblamiento a través del Estrecho de Bering estipula que los nómadas asiáticos, recolectores y cazadores cruzaron de un continente a otro debido a las glaciaciones, de tal forma que los primeros americanos poblaron el nuevo continente. Los geólogos creen que durante 19 mil años el Estrecho de Bering, congelado, conformó el «Puente de Beringia» y que fue tiempo suficiente para que los antiguos pobladores cruzaran en busca de nuevas tierras. Sí, en busca de mejorar.

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Elisa, originaria de Turín, Italia, migró a Panamá junto a sus padres en 2015 para poder estudiar la Universidad.

Desde las historias de los primeros pobladores nada ha cambiado demasiado, la gente se sigue moviendo para tener una mejor oportunidad. Pero en la actualidad los nacionalismos exacerbados, la falta de educación, las malas políticas, la corrupción y la explotación de los recursos no renovables —por mencionar algunas causas— han hecho de este planeta un lugar hostil, contaminado, xenofóbico y hasta cierto punto también malvado. ¿Qué tipo de libertad habrán tenido los primeros pobladores de América en un mundo carente de derechos humanos? ¿Cuánta libertad tenemos ahora que sí los hay?

«Me llamo Ammar-ul-Nasir. Nací en Pakistán y a los once años me mudé con mi familia a Toronto, Canadá, debido a la persecución que sufrimos en Pakistán por ser musulmanes ahmadí. La comunidad musulmana Ahmadiyya fue declarada no musulmana por el gobierno de Pakistán en 1974. Casi todos los miembros de mi familia emigraron a diferentes países del mundo. En las escuelas canadienses me hice amigo de cristianos, judíos, hindúes, sijs, budistas y ateos. Todos nos llevamos bien y respetamos las creencias de los demás porque allí se hace hincapié en la lucha contra el racismo».

Al momento de escribir este artículo, la noticia de que Trump recolectará muestras de ADN de todos los inmigrantes detenidos por haber cruzado de forma irregular la frontera entre México y Estados Unidos ha causado conmoción. El país de la libertad pretende violar las libertades individuales de los demás, como si el mero hecho de cruzar la frontera los hiciera menos humanos o materia descartable.

Y es que a pesar de las historias de cadenas y tristezas de todos esos niños y niñas que fueron separados de sus padres, de los esposos que murieron ahogados, de los sirios en campos de refugiados, de las balsas de cubanos, de los africanos muriendo de hambre, de las guerras… A pesar de todo esto hay historias de amor que han derivado de la inmigración. Así como el hombre antiguo creó un auténtico intercambio de costumbres, flora y fauna entre continentes, de la misma manera las personas en estos tiempos han creado un verdadero lazo que los une por humanidad y no por nacionalidad.

«Me llamo Karen Flores, soy guatemalteca y mi esposo australiano. Él siente una fascinación por la cultura latinoamericana y cuando tenía alrededor de 25 años decidió ir a aprender español. Estando en Costa Rica escuchó que Guatemala era uno de los mejores lugares para aprender español y decidió pasar dos semanas en mi país. Resulta que terminó estudiando español en la escuela donde yo daba clases de medio tiempo mientras estaba terminando la universidad».

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Karen conoció a su esposo en Guatemala cuando era alumno de la escuela donde ella enseñaba español.

Elisa nunca olvidará la fecha en la que salió de su país natal: «Vendimos la casa para recolectar dinero y el 2 de julio de 2015 nos embarcamos para Panamá. Fue duro. Yo tenía 15 años y como llegué en julio tenía que esperar hasta febrero para iniciar el año escolar, no hablaba el idioma, no tenía amigos y no conocía la ciudad. Hablábamos con gestos, literalmente. Pero con el tiempo empecé a hablar español, me sentía muy feliz porque es muy satisfactorio aprender un idioma nuevo. Desde que entré a la universidad me he sentido parte de una sociedad. He conocido a muchas personas lindas de mente abierta con quienes he podido hacer una amistad», agregó Palazzo.

En Europa, según las evidencias arqueológicas, durante el III milenio a. C. contingencias importantes de pueblos que hablaban lenguas indoeuropeas se encontraron con poblaciones preeuropeas. De esta forma, ya en el milenio I a.C., se distinguen los grupos lingüísticos que permanecen en la actualidad: celtas, germanos, baltos, eslavos, itálicos, paleobalcánicos y helénicos. Las mezclas lingüísticas crearon civilizaciones, culturas y familias.

«Me llamo Kat Yurchenko y soy panameña. Mi mamá llegó a Panamá porque se casó con mi papá, pero ella no se quería ir de la Unión Soviética. Mi papá, por su parte, fue de la generación que se fue en la década de 1970 y 1980 a estudiar a la Unión Soviética por una beca universitaria cuando empezaron a recibir estudiantes latinoamericanos, africanos y árabes. Se conocieron en la facultad de ingeniería en la que ambos estudiaban, se casaron y se vinieron los dos juntos a Panamá. Mi mamá vivió en Panamá 27 años pero nunca pudo superar las barreras culturales y emocionales de vivir lejos de Ucrania».

Ammar cuenta que después de ocho años de lucha finalmente se pudo graduar de la universidad: «Me gradué con una maestría en teología y me convertí en misionero del islam Ahmadiyya por la Universidad Jamia Ahmadiyya de Canadá. Tuve la oportunidad de viajar a Londres, donde recibí orientación de Hazrat Mirza Masroor Ahmed, líder supremo de la comunidad musulmana ahmadiyya en el mundo. También fui a otros países como Ghana, que está en África Occidental, donde viven sin luz y sin agua. México, Paraguay y Guatemala. Allí tuve un profesor católico que venía a la mezquita a enseñarme español. Actualmente nuestra comunidad está construyendo un moderno hospital en Guatemala para servir a los pobres a través de la organización de caridad llamada Humanity First», dijo Ammar.

Las historias de los hombres se han mezclado desde la creación de la tierra. Por influencia de Medio Oriente, por ejemplo, en la isla de Creta surgió una civilización que hizo un imperio marítimo que controló el mar Egeo. Pero leyendo las noticias modernas se llega a la conclusión de que aún no entendemos que de las mezclas ha surgido la evolución.

«Cuando me vio entrando un día a la escuela, él dice que se enamoró de mi y pidió que yo fuera su maestra. Empezamos a platicar y a tener una relación, pero él se regresó a Australia, estuvo aquí dos o tres meses y volvió a Guatemala. Nos hicimos novios y se enamoró aún más de la cultura de mi país», indicó Flores.

«Creo que la diversidad es necesaria para la evolución porque se pueden combinar culturas; yo no concibo la vida sin diversidad». Kat es artista y actualmente está felizmente casada con un venezolano cuyos padres migraron a Panamá hace varios años.

Elisa está estudiando comunicación ejecutiva bilingüe en la Universidad Tecnológica de Panamá. «Me gustaría trabajar en la embajada italiana en Panamá, ¡ojalá o logre! Agradezco mucho a este país porque mis padres pueden trabajar y yo puedo ir a la universidad. Yo he crecido mucho como persona, esta experiencia me cambió la vida para siempre», indicó Palazzo.

Aunque Karen y su esposo viven en Guatemala, están pasando una temporada junto a su familia en Australia. Tienen dos hijos y están analizando la posibilidad de vivir permanentemente en ese país.

Ammar vive en Panamá difundiendo el mensaje del islam: «amor para todos, odia hacia nadie». «Cada mes hacemos limpieza de las playas y todos los sábados impartimos clases de inglés gratuitas. Mis alumnos tienen diferentes creencias, todos los estudiantes reciben el mismo trato y las mismas oportunidades de progresar».

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El paquistaní Ammar-ul-Nasir vive en Canadá desde los once años y promueve un mensaje de amor sin importar creencias y religiones.

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