Ricardo Darín y su amor menos pensado


Gabriela Grajeda Arévalo_ perfil Casi literalVer una película es algo muy personal, por más que la veas acompañado. Siempre tendrá un impacto, ya sea positivo o negativo. Siempre nos deja algo, como una semillita que nos hace ser testigos de otros escenarios de la existencia humana, de otra permutación de lo que pudo ser nuestra vida si no nos hubiera tocado la que nos tocó.

Así fue como me ocurrió en la gala de apertura de la octava edición del Festival Internacional de Cine de Panamá (Iff Panamá) donde se estrenó El amor menos pensado protagonizada y producida por Ricardo Darín junto a su coprotagonista Mercedes Morán —en una colaboración de Kenya Films (productora de Ricardo, el Chino Darín y Federico Posternak) y Patagonik—. Me senté a esperar la película cuyo protagonista había anticipado ya que era una comedia que tocaba un tema sensible: «Ayuda a pensar y a mirar para adentro. Interpreta a un hombre de mi edad, de un matrimonio en crisis, que un día se pregunta en qué punto está parado. Es una historia que ha ayudado abrir las cabezas porque habla de lo que nos pasa frente a la vida».

Y es que cuando yo me acomodé en mi butaca del Teatro Balboa a ver la película me reí mucho en los momentos jocosos envueltos en franqueza e ironía, pero también sentí una profunda tristeza. La sentí porque el tema de la separación siempre es duro y siempre nos hace empatizar, ya sea por lo que hayamos vivido en pareja o por nuestros padres. Y esto hace un guiño en mi generación porque el divorcio es más normal ahora que antes. Ahora es normal que nuestros hijos tengan muchos abuelos o que nuestros padres se hayan divorciado, al igual que los padres de nuestra pareja y los padres de nuestros amigos y los amigos de nuestros amigos…

Ya lo decía Ricardo Darín: «Yo soy hijo de padres separados desde tiempos inmemoriales; en el colegio solamente éramos dos los hijos de padres separados, éramos como los bichos raros. En cambio, hoy en día, ¿quién no ha atravesado experiencias de dos o tres matrimonios?»

Pero que sea normal no significa que no duela, que la separación no sea una herida que en cierto punto nunca cierra. Como esas lesiones cutáneas en las que te rascás la costra y siempre hay algo que las abre. Y quizá por mi edad, porque mis hijos son pequeños y mi matrimonio joven, pensar en un futuro lleno de nada, como lo muestra la película, me provocó ese vacío existencial en la vida misma. La Biblia dice que cuando sos niño pensás como niño, lo que no dice es que cuando sos más viejo, aunque no anciano, entrás en crisis porque nadie te enseñó a vivir de viejo. Nadie te preparó para cambiar drásticamente de rutina, jubilarte, dejar que los hijos, que tanto cuesta criar se vayan y dejen la casa sola, llena de cosas que son solo cosas. Ver a otros comenzar en la vida —cuando se supone que ya deberían estar definidos en ella— crea cierta zozobra, sobre todo cuando lo ves desde otro ángulo: el de la hija de padres divorciados que ahora tiene un matrimonio joven e hijos pequeños.

Con toda esta carga emocional que me había producido su película, me acerqué a Darín al día siguiente —traté de no vaciar todo eso en mi pregunta cuando lo entrevisté— aunque se lo dije de cierta forma. Le hablé de la tristeza que me había causado la película. Él me vio con sus ojos azules brillantes y me hizo sentir que lo entendía perfectamente: «A la gente de tu generación le produce mucha tristeza porque se podría decir que esta no es una película para tu generación, sin embargo, sí lo es. Lo que pasa es que tu perspectiva y enfoque es distinto y produce mucha más angustia que para un adulto mayor». «Porque los hijos siempre están en medio», le respondí. «Exacto», me dijo él.

Y debajo de todo ello pensé que también te angustia la posibilidad de parar así, como si fueras de esas pelotas que vienen cayendo a causa de la fuerza de gravedad.

¿Vos estás enamorado?

La separación de Ana y Marcos, los personajes de la película, se da mientras intentan responder esta pregunta. Después de veinticinco años de matrimonio ¿se puede estar enamorado como un chiquillo de quince o solo es apariencia? Ellos respondieron que no. Pero en un mundo en el que todo es desechable, incluidas las personas, ¿vale la pena desperdiciar veinticinco años de tu vida por intentar responder esta pregunta?

Ana y Marcos así lo hicieron. Se separaron. Buscaron otras parejas, otros amantes, otras situaciones. Cuando le pregunté a Darín, me contestó que se tiende a sobredimensionar el concepto de estar enamorado. «Todos los condicionamientos sociales te dicen que te vas a casar para toda la vida, vas a querer a esta persona y vas a ser esto y el otro, para toda la vida, es un poco arriesgado. Sería más prudente ir paso a paso. En las experiencias de vida, a lo largo de una vida compartida, todo eso está en movimiento y se va transformando con el paso del tiempo. Para los jóvenes, para los que están todavía en calidad de hijos, debe ser un poco angustiante suponer esa ruptura que se plantea como un abismo porque no se pueden imaginar a sus padres separados».

En palabras de Darín, la sensación del enamoramiento es una conmoción, una sensación adictiva que se siente en todo el organismo. Y aunque para Ricardo el concepto de estar enamorado de alguien «para toda la vida» se tiende a magnificar, es incongruente pensar que te vas a enamorar de otra persona que apenas conocés y que no vaya a ser solamente «llamarada de tusa», que es lo que ocurre con las nuevas pasiones y los amores furtivos a esa edad. Ya que según dejó en evidencia la película, es esa rutina, de esa vida ya vivida, una especie de enamoramiento también. Ese buscar en otros lo que ya tenías y querer regresar a ello.

Ver a estos personajes separarse y juntarse me hizo pensar que no tenés que estar enamorado para amar a alguien y es principalmente lo opuesto a eso lo que siempre nos tratan de vender las telenovelas y películas románticas. El enamoramiento es una etapa muy inicial, muy primitiva, es claramente espectacular, pero no por ello deja de ser una quimera. Puedes pasarte la vida buscando estar en esa sensación para siempre y no por ello vas a evitar sentirte vacío, como se sentía Ana en El amor menos pensado. Querés a quien querés, estés enamorado o no, y eso es parte de madurar. Entender que las rosas y las mariposas no pueden ser parte de tu vida eternamente.

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