Claribel Alegría: dos corazones y una patria grande


Francisco Alejandro Méndez_ Perfil Casi literalDialogar sobre la producción textual centroamericana es una de las cuestiones que me hace feliz, sobre todo porque cuando leo alguna novela, cuento, ensayo o poema producido en la región a la vez repaso la historia, la cultura, la riqueza espiritual que habita cada uno.

Para comenzar en (Casi) literal con esta serie de abordajes, comentarios, análisis, acercamientos y reflexiones sobre diversas producciones literarias, quisiera mencionar a una de las autoras fundamentales de la narrativa contemporánea, fallecida la semana pasada. Me refiero a Claribel Alegría, una escritora nacida en Estelí, Nicaragua, en 1924, como diría Otto René Castillo, «para la faz del mundo». Antes de cumplir un año, su familia ―padre nicaragüense y madre salvadoreña― se trasladó a Santa Ana, El Salvador. A los 19 años se inscribió en la George Washington University en Estados Unidos y en ese país contrajo matrimonio con Darwin J. Flakoll.

Prolífica fue la producción de Claribel, quien en vida publicó una veintena de libros de poesía, literatura infantil, novela, testimonios y ensayos, entre otros, y en algunos casos trabajó obras a cuatro manos con su marido, como la traducción de los Cien poemas de Robert Graves.

A mí me cautivó su producción testimonial. Libros de su autoría como No me agarran viva (1987) constituyeron lo que siempre he considerado el mejor aporte de América Central a la literatura testimonial. En este libro, Claribel relata la vida y muerte de Eugenia, la comandante salvadoreña, a través de una recopilación de cartas. La historia construye la figura de una heroína la cual lucha por un ideal y se entrega a todo a pesar de la inminente muerte. Eugenia es de esas mujeres heroicas que también suelen construir Gioconda Belli y Gloria Guardia en su literatura, por ejemplo, y que a mi juicio hoy ya forman parte del imaginario centroamericano.

Hace algunos años conocí a Claribel en Nicaragua. Me impactó su sencillez y humildad contraria a la de muchas figuras cuyo ego les revienta en la cara. Su manera dulce de hablar, de leer su obra y, sobre todo, de ser respetuosa ante un público que se puso de pie dos veces para aplaudirle.

Considero que su obra debería ser parte del pensum de estudios de las universidades centroamericanas ya que puede abordarse desde las diferentes teorías, además, que la sencillez de su discurso narrativo y poético es accesible a lectores jóvenes.

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