Solo tengo la palabra escrita


Francisco Alejandro Méndez_ Perfil Casi literalQuisiera calzarme los tenis y caminar entre mis hermanos migrantes, imaginarme que se trata de una maratón, cuyo ganador no será el primero sino el que sepa llegar, como reza una ranchera.

Me encantaría utilizar alguno de los poderes que me otorgó Stan Lee. De repente podría sacar redes de telaraña de las muñecas y apoyarlos en el cruce de los ríos, los muros y los rayos láser. Eso sería excelente. O tener poderes sagrados como el de convertir las piedras en panes o el alcohol en agua purificada. Claro, también podría multiplicar las tilapias o agrandar los chacalines. Sería genial.

Con los poderes de mis antepasados podría trasladar cientos de niños en el lomo de los grillos, para que luego se los tragara una rana y a esta se la comiera una serpiente, para que un águila la atrapara con sus garras y cruzara sin miedo hasta llegar a la tierra del águila calva. O qué bueno sería tener la resistencia de los chasquis para llevar las buenas nuevas a mis amigos de Tijuana, para que los recibieran con comida y algo de beber pero, sobre todo, con solidaridad.

Me fascinaría subirme en Babieca, trotar frente a la caravana y confundir los molinos de viento con absurdas fronteras, así como se equivoca un caballo de historia y de jinete. Cómo anhelaría tener un ojo panóptico para ver todo el desierto de Arizona, las planicies de Texas o la costa de California y encontrar resguardos seguros, manos amigas, hermanos que ya conversan en inglés pero cuyo corazón centroamericano todavía late fuerte cuando escucha palabras como muchá, papada o chivo. Me sentiría dichoso si Sylvester Stallone me obsequiara la fórmula para criogenizar al canche-chele-macho-machillo, para introducirlo en una cápsula que lo transporte hacia alguna de las mejores novelas de Huxley.

El problema es que no tengo ninguno de los poderes anteriores. El único que tengo y que por el momento me sirve es el poder de la palabra escrita, de su transformación e interpretación. Me queda la posibilidad de unir las más precisas con las más sonoras y las más puntuales con las más poéticas. Quizá no sea suficiente, quizá sirvan únicamente para ser leídas en papel o en la internet. Ojalá reboten en alguien, para que las transforme en mariposas monarcas que dancen al lado de mis hermanos que buscan la libertad, quizá no en el paraíso sino talvez en el purgatorio.

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