Una mujer que transformó la historia de Guatemala


Francisco Alejandro Méndez_ Perfil Casi literalEn 1993 telefoneé a Costa Rica para hablar con una mujer que desempeñó un papel muy importante en la historia de Guatemala: María Cristina Villanova viuda de Árbenz. Ese día acordamos una cita y un mes después llegué hasta San Salvador para entrevistarla. Su esposo, el coronel Jacobo Árbenz Guzmán, fue el presidente revolucionario de Guatemala que gobernó de 1951 a 1954, cuando fue derrocado por una conspiración de los altos jefes del Ejército coaligados con la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos.

El día acordado me acompañó un fotógrafo freelance de nombre Rutilio Enamorado. En taxi llegamos hasta la cima de la colonia Escalón y nos detuvimos frente a la casa de doña María Cristina, quien llegaba una vez al año a aquella casa en la capital salvadoreña y luego regresaba a Heredia, Costa Rica, donde vivía el resto del tiempo. Aunque previamente habíamos pactado la entrevista me llevé una gran sorpresa cuando salió su empleada a decirnos que la viuda de Árbenz ya no me la concedería en esa ocasión y que mejor regresara al año siguiente.

Yo no lo podía creer, pero tampoco me bajé los brazos tan pronto, así que le pedí a la empleada que le dijera a doña María que nos quedaríamos esperando hasta que nos atendiera. La empleada se fue y regresó un par de veces más hasta que apareció con un papelito escrito a mano en el que decía que por favor me fuera, que ya nunca me iba a conceder la entrevista, que había tenido un derrame y que no deseaba hablar. En ese momento le dije a la empleada que me prestara un bolígrafo y un papel porque yo también quería enviarle un mensaje a doña María Cristina, pero cuando entró en la casa la seguí hasta llegar casi a la sala. Allí estaba la viuda de Árbenz.

Ella, evidentemente molesta, me gritó que me fuera y hasta agitó los brazos en son de protesta. Le dije que no se preocupara, que ya no quería entrevistarla, que solo quería conocerla y darle un beso a la mujer que había cambiado la historia de mi país. Ella se quedó quieta. Cuando me dispuse a acercarme y cuando ya estaba muy cerca de ella, me pidió que me sentara. Le pedí disculpas por entrar de esa manera, pero ella me perdonó conversando conmigo casi tres horas. Otro rato nos llevó convencerla para que se dejara tomar fotos y afortunadamente accedió.

Villanova de Árbenz, primera dama del segundo gobierno revolucionario de Guatemala, vivía en Costa Rica junto a su hijo Jacobo y sus nietos. Su voz se tornaba imponente cuando se acordaba de los momentos más duros de su vida y tierna cuando se evocaba las anécdotas familiares. En su juventud era considerada una de las mujeres más bellas de América Central y en la vejez seguía conservando la hermosura del espíritu en el que arde la llama de la revolución del 20 de octubre de 1944 y del gobierno truncado de su esposo.

A doña María Cristina le sucedió como en los cuentos de hadas en los que la Bella tiene fortuna y se enamora de un caballero, pero algunos episodios de su vida son dignos de una tragedia griega: luego de haber nacido en una de las familias más acaudaladas de El Salvador, en 1954 fue expropiada de sus pertenencias y expulsada de Guatemala junto con Jacobo Árbenz y los hijos de ambos: Arabella (ya fallecida), María Eleonora y Jacobo Antonio.

De acuerdo con el pensamiento de María Villanova, aparentemente derrocaron al presidente Árbenz porque lo tildaban de comunista. Dicho «comunismo» estaba inspirado, según los sectores derechistas, por su programa de gobierno que incluía el rescate, para el pueblo de Guatemala, de la infraestructura que estaba bajo intereses estadounidenses.

La energía eléctrica estaba manejada por la trasnacional monopólica Electric Bond and Share, que no pagaba ningún impuesto a la nación; los ferrocarriles eran propiedad de la International Railways of Central America (IRCA) y constituían la única vía para acarrear las mercancías de exportación hacia el único puerto del Atlántico (Puerto Barrios), propiedad de la United Fruit Company (UFCO). Esta última era también la propietaria de extensas plantaciones de banano ubicadas en el norte y el sur del país —Bananera y Tiquisate—. El banano era el principal producto guatemalteco de exportación y su transporte se realizaba en las naves marítimas de la Grace Line, la única compañía que llevaba carga y pasajeros hacia Estados Unidos y que a su vez también pertenecía a la United Fruit. Por si fuera poco, para comunicarse con otros países del mundo, Guatemala dependía de la estadounidense All American Cable.

La entrevistada también nos dijo que Árbenz y su equipo de gobierno decidieron construir la carretera al Atlántico con el propósito de tener una vía alterna al ferrocarril; y decidieron, además, construir el puerto de Santo Tomás de Castilla para competir con el viejo muelle extranjero de Puerto Barrios; y por último, iniciaron los trabajos de la planta Jurún Marinalá, que generaría energía eléctrica para romper el monopolio de la Electric Bond and Share.

Según doña María Cristina, la prueba decisiva del «comunismo» en el gobierno de su esposo fue, sin embargo, la promulgación del decreto 900 del Congreso, la Ley de Reforma Agraria que pretendía liquidar el feudalismo en el campo y dotar de tierra a los campesinos pobres. En Guatemala nunca se había visto semejante acción: comprar tierras ociosas de los terratenientes para entregárselas a los indios. Hay que advertir que el mayor terrateniente de Guatemala era, precisamente, la United Fruit Company.

Los grandes terratenientes, apoyados firmemente por la iglesia católica —que dictó la excomunión para los campesinos que recibieran tierra de la reforma agraria—, por los altos jefes del Ejército y por la CIA —que motivó una invasión de opereta burla—, dieron el golpe de Estado a Jacobo Árbenz e inauguraron una etapa de represión nugatoria de todos los derechos humanos que aun por entonces en 1992 ―y ni aún ahora― había concluido.

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