Elogio a las mujeres trans de las esquinas olvidadas


Sergio Castañeda_ Perfil Casi literalMujeres trans se apropian diariamente de las esquinas de los viejos barrios de esta ciudad. Para muchos eso resulta un problema, no por cuestiones de fondo como la explotación sexual sino por moralinas y prejuicios de todo tipo. Al laborar en condiciones de riesgo, su situación se complejiza porque si habláramos del trabajo sexual llevado a cabo por una cuestión de elección personal no habría problema, y es más: cuando es así, se circunscribe como contraposición a la moral burguesa. El asunto es que en un país como este hay muchos vejámenes y tela que cortar al respecto.

Posan allí con una expresión seductora que a la vez denota una melancolía efecto de la vulnerabilidad física y emocional que les trae la noche atravesando sus medias y rímel. Su fisonomía aparece indescifrable. Poseedoras de ácido humor que solo grandes dosis de calle puede otorgar, con una temeridad que no siempre alcanza para sobrevivir a esta selva de concreto. Con sus tacones bien en la tierra, con su cuerpo casi desnudo bajo la luna y un robusto aplomo ante lo desconocido.

No hace mucho tiempo que la RAE dejó de catalogar la transexualidad y la transgeneridad como «trastornos». Fue hace poco que la Organización Mundial de la Salud decidió eliminar la transexualidad de la rama de «trastornos de la personalidad» para engrosarla en la lista de «condiciones relativas a la salud sexual», llamándola «incongruencia de género». Es decir que el estigma continúa y no se logra su despatologización.

La sexualidad es, cada vez menos, un tema tabú. El problema radica en que es abordada de forma unívoca. La heteronormatividad predomina y los roles de género son concebidos por la opinión general como normas biológicas y orgánicas del ser humano. Se trata de una visión cristiana y/o esencialista impuesta por un sistema de dominación que invisiviliza la diversidad de lo humano.

Quien ha deambulado de noche por los viejos barrios de esta urbe seguramente las habrá visto. Hablar de ellas es referirnos a la marginalidad de la marginalidad de una sociedad inmensamente desigual y conservadora. Las hay malvadas y «planchas» como solidarias y «big paro». Entre los gajes de su oficio está la compleja convivencia con «dealers», padrotes y adictos al crack. Está, también, toda la carga bélica de clientes culposos, transeúntes prejuiciosos, machos violentos, transfobia generalizada, discriminación de clase, género y etnia hasta señalamientos dentro de la misma comunidad LGBTI y espacios intelectuales.

Pero no se confundan: es difícil encontrar victimización cuando suficiente coraje se forja en esas callejuelas. Tampoco hablemos de  tolerancia porque el concepto es vertical y mira sobre el hombro al otro. Su prolija estética ante la vida es válida. Gracias a la estrechez del pensamiento y la espiritualidad de nuestro tiempo son guerreras transgresoras.

Pero el poder crea el sentido común a través de conceptos cerrados y reducidos para establecer un orden represivo. No es casualidad que el prototipo impuesto de ser humano actualmente pase por lo blanco, burgués y —por supuesto— heterosexual. El poder impone y normaliza, y quien no se asemeje a lo que este dicta, experimentará marginación y exclusión social.

La naturaleza humana pasa por esa capacidad de reinventarnos todo el tiempo y eso presupone poner en cuestión concepciones esencialistas predominantes. Hablar de una identidad fija es algo cuasi anacrónico cuando el mundo exige el reconocimiento de la diversidad y el constante movimiento humano.

Si bien ellas, dueñas de la noche, aún se enfrascan en roles femeninos que son mera construcción patriarcal, también es cierto que toda esa estética, pavoneo y carisma trascienden la hipersexualización para dar paso a códigos indescifrables para los ojos aburguesados. Por más que el polarizado del auto busque evadir la realidad, son ellas, con su desinhibición imperfecta y sus besos al aire, quienes irrumpen desafiando la timidez, la hipocresía y la rutina pequeñoburguesa. Es dentro de la maraña de problemáticas de su crudo contexto que, a su manera, no solo sonríen sino que rechazan muchos valores establecidos socialmente y que dan paso a los prejuicios que tanto daño nos han hecho. ¿Cuáles son las apuestas políticas, económicas y sociales para crear garantías ante su vulnerabilidad? ¿Qué papel juegan contra el orden-moral burgués y el pensamiento binario hombre-mujer?

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