Manifiesto hedonista


Sergio Castañeda_ Perfil Casi literal¿Eso es todo lo que ofrecen vuestros bacanales amigos bohemios, artistas, intelectuales? Si no sois vosotros los que apuesten por prácticas emancipadoras, ¿quiénes serán? Pero suelen estar allí, atrapados en ritos convencionales casi pequeño burgueses. ¿Qué los ha orillado a contentarse con tan poco? Ninguna ruptura del orden a la vista. Ningún alarido que apueste por nuevos bailes y caricias por doquier, escondidos de los guardias mientras enriquecen al enemigo. ¿Dónde encontraremos a un suicida en potencia que suba el nivel? ¿Dónde estará la temeridad dispuesta a perderse un momento del “yo”? ¿Acaso no hay ningún dandi en esta ciudad dispuesto a tirarse por la azotea? Vaya si no es la cordura mala compañera en los festines. Tanta mesura conteniendo los instintos, las pulsiones, los deseos. ¿Dónde ha quedado la poesía? ¿Esos débiles ritos valen vuestra resaca?

Todo orden es establecido porque le conviene a algo y a alguien. No hay nada biológico ni orgánico que nos obligue a vivir dentro de esta estructura social imperante en la actualidad.

Cuando comencé a frecuentar espacios culturales e intelectuales, fui percibiendo actitudes que las personas ejercían para encajar en el estereotipo implícitamente dictado. Habían normas y requisitos arraigados a cada individuo que, si bien nadie exclamaba lapidariamente, persistía un tipo de vigilancia de reojo. Rápido me percaté de que se estaba manifestando una especie de homogenización implícita, toda una lógica del deber ser.

Desde muy pequeños nos condicionan de diversas maneras. Cuán lamentable es aquella pregunta que se le hace a los niños acerca de qué quieren ser cuando sean grandes; ¿acaso no son, desde ya, un proyecto abierto, mixto y en movimiento que se nutre de diferentes aprendizajes con cada vivencia? «Nunca nos bañamos en el mismo río», dijo Heráclito; es decir, que si bien somos personas con una historia de vida completamente particular, también es cierto que ese constante movimiento nos cambia en todo momento.

Fue Píndaro, aquel poeta griego del siglo V a.C., quien dijo: «no aspires a la inmortalidad, pero agota el campo de lo posible». «Agotar el campo de lo posible», vaya máxima que se disparó, así como si se tratase de cualquier cosa. Semejante propuesta tenía que venir de alguien cuya vida fue en verdad remota a este tiempo. ¿O acaso hoy proliferan humanos a los que les provoca algo esta invitación? ¿Habrá temples con semejante temeridad? ¿Acaso en la actualidad no suelen resguardarse en sus respectivas certezas y rebaños? ¿Acaso no suele verse en diversos ámbitos cómo se marcan las fronteras de sus prácticas, negándose a otras experiencias?

Una premisa del aburguesamiento es no querer salir ni un poco del confort; mantener ideas rígidas y oídos sordos, exiliarse en burbujas y convencionalismos. Entonces, está aquel que, alienado por las lógicas del capital, se cierra a todo lo que no esté bajo los colores, olores y textura que la enajenación marca; pero también el que es asiduo a las letras, al arte y a la crítica, que muchas veces se ensimisma incapacitándose, parlelamente, para otros menesteres de la vida, cerrándose a otras experiencias y aprendizajes por pretensión, por encajar en el estereotipo o simplemente por miedo. Este último tipo, entonces, se cierra, paradójicamente a diversos aprendizajes y en alguna forma se adecúa al orden que el poder desea: un ladrillo, quizá de otro color, pero siempre dentro del mismo muro.

Por eso es que en una sociedad represiva que determina cuáles son las prácticas permitidas y que encasilla a cada quién en su lugar, el hecho de buscar nuevas sendas por donde transitar y no cerrarse a un mismo abanico de posibilidades resulta no solo transgresor sino necesario para enfrentar los valores hegemónicos y la moral burguesa.

Entonces la propuesta pasa por vislumbrar los muros y así construir el propio método hedónico, dejar de ver la sexualidad de forma unívoca, llevar a cabo bacanales que apuesten por crear comunidad, «embriagarse de vino o de poesía», como abogaba Baudelaire, entrarle a ritos que estimulen a las pulsiones contenidas y que rompan con el orden impuesto de la rutina: fiestas alejadas de las acciones que se ejecutan en los recintos elitistas de enajenación, emanciparnos de la jerárquica respetabilidad académica y de los cánones sociales. Recuperar las plazas y espacios públicos, disfrutar de lecturas, de comidas, de bebidas, de orgías. Que el reto sea efectuar estos y demás gozos alejados de las lógicas del capital, concientizándonos de todo el aprendizaje que estas acciones conllevan, pero a las que nos negamos por querer encasillar en determinados círculos.

Si bien ―para agotar el campo de lo posible― el asunto pasa por encausar diferentes experiencias y abordar diversas disciplinas, también toca ir más allá y realizar acciones que incluso puedan, dentro del sentido común creado, asumirse como inconcebibles y peligrosas; actos que un ortodoxo racional consideraría irracionales» y un esclavo del mercado calificaría como «improductivas».

¿Quién es Sergio Castañeda?

¿Cuánto te gustó este artículo?

Califícalo.

0 / 5. 0


2 Respuestas a "Manifiesto hedonista"

  1. Después de El extranjero, Camus escribió La peste dice:

    Sergio, lamento estar en desacuerdo.

    El capitalismo es el triunfo de Dioniso.

    Nietzche, a quien usted está imitando, es el apóstol por excelencia del individualismo ciego. Sus libros están inundados de una retórica hueca (leídos en español, no sé si en alemán sean diferentes) y, en términos de doctrina política, reaccionaria.

    ¿Dónde quedó su conciencia por los descartados, los oprimidos, los mudos a la fuerza?

    La razón y la lógica son mecanismos de pensamiento que todos utilizamos. Solamente como categorías absolutas deberían ser nuestras enemigas. De forma más sencilla, son procedimientos de conexión linguística.

    La religión y la moral son instituciones sociales, de orden histórico, muy ridículas en muchos aspectos, pero cobran más fuerza cuando se intenta suprimirlas. Son Furias disfrazadas, igual que sus contrarios el librepensamiento o la ilustración, entre otros. Igual de fanático es quien les provee una presencia absoluta como dianas de todas sus flechas.

    En lugar de embriagarse (¿no son los ebrios los mejores esclavos de las trasnacionales que producen licor?), despierte y lea. En lugar de promover orgías, ruido, consumismo, embrutecimiento sensible, busque el amor y las fuerzas naturales. En lugar del caos (que es un orden por descifrar, según Saramago, y casi siempre termina descifrándose de la peor manera posible, con consecuencias horribles para los más débiles) o del orden (que es un caos coronado por la vía totalitaria), busque y entréguese a las palabras.

    Estamos hechos del fuego de la oscuridad de la caída, es nuestra naturaleza primaria, pero deberíamos intentar algo más que vivir complaciendo nuestro propio ombligo, ¿no le parece?

    Si todo esto le parece una idiotez y decide seguir «invirtiendo todos los valores», solamente recuerde que no está solo en el mundo. Y no piense solamente en los seres humanos.

    Saludos.

  2. Oscar dice:

    Coincido, ya que nos condicionan incluso en la sexualidad. ¿Cuantos placeres están a la orden del día sistemáticamente ocultos y en cambio solo aparecen los menudos «pseudo-placeres» que nos venden los medios de comunicación?

    Lo que Faoucault llamó «biopolítica» se inserta en lo más íntimo de las personas incluso, como usted bien menciona, en esos espacios de personas supuestamente «críticas», «librepensadoras» y «libres». Buen texto.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

desplazarse a la parte superior