Recuperar la AEU desde una lucha politizada


Sergio Castañeda_ Perfil Casi literalEl 22 de mayo de 1920 surgió la Asociación de Estudiantes Universitarios, que desde sus comienzos encabezó movimientos que buscaban luchar por transformaciones de fondo en beneficio no solo del estudiantado sino también de la sociedad guatemalteca. Su incidencia en diversos hechos históricos durante el siglo XX es indudable. En alianza con el magisterio influyó contundentemente en el derrocamiento de Jorge Ubico, lo que ayudó a impulsar la revolución de 1944. Fue durante el conflicto armado que en sus filas figuraron intelectuales comprometidos que incidieron en la militancia desde diferentes espacios, y por ello en las décadas del 70 y 80 fueron desaparecidos y asesinados muchos de ellos debido al terrorismo de Estado perpetrado en aquel entonces por las dictaduras militares. La AEU lleva el nombre de Oliverio Castañeda de León, uno de sus grandes líderes asesinado en 1978 por el gobierno de Guatemala.

Lamentablemente esta organización ha sido cooptada desde el año 2000, dándole un giro al movimiento estudiantil que no es casual.

Y es que la cooptación de la AEU ha servido para instrumentalizarla como grupo de choque de un proyecto mucho más ambicioso que la simple corrupción que redes delincuenciales han logrado introducir en la Universidad de San Carlos. Hablamos de una planificación ideológica a nivel latinoamericano por parte del imperialismo del norte que busca conquistar las subjetividades y así normativizar la despolitización del estudiante estatal y, por transición, desinteresarlo de la tradición de lucha contra-hegemónica que ha representado este movimiento.

La urgencia de recuperar la AEU es evidente pero también es cierto que el discurso que algunos estudiantes han manejado últimamente ha demostrado una burda y simplista condena a toda una tradición de resistencia contrahegemónica que fue cooptada, así como por la idea reaccionaria de que todo lo que envuelve al simbolismo de la capucha —y en general todo lo ideológico dentro de la Universidad— es simplemente anacrónico y, por si fuera poco, «muco». Por ello es que se debe ser claro en cuanto a que esta lucha es politizada, pues de lo contrario puede que tras la excusa de sacar a «los zopes» se busque paralelamente sepultar esas acciones que abogan por una educación desde el compromiso y el pensamiento crítico, para aprovechar un reacomodo sin tanto revuelo de todo ese hackeamiento que han sufrido la mayoría de las facultades y escuelas de la Universidad, y el cual ha logrado la modificación de pensums que han erradicado cursos de Ciencias Sociales y la visión comprometida de la USAC.

Las pocas escuelas, asociaciones y organizaciones estudiantiles aún politizadas de la Universidad, conscientes y consecuentes, deben ser esos actores que continúen encabezando una lucha y así recuperar la AEU con el imperativo de reivindicar el movimiento estudiantil como también la Huelga de Dolores con elementos renovados. Tengamos claro, pues, que las acciones de empoderamiento despolitizado son utilizadas por agendas hegemónicas. La contrainsurgencia y el neoliberalismo puede que manipulen conflictos bajo la bandera de «luchas», pero al carecer de fundamento histórico e ideológico son utilizadas por el mismo sistema.

Desde su cooptación, la AEU ha representado ese tipo de grupos de choque que utiliza el poder hegemónico en lo que logra instalar la normativa ideológica en lo más profundo de las subjetividades de la colectividad. Grupos que ejercen violencia en lo que el sentido común se uniforma. La AEU alejó a intelectuales del Movimiento Estudiantil mientras que en paralelo las industrias culturales, la contrainsurgencia y el tristemente célebre american way of life crearon el sentido común de varias generaciones de estudiantes que, al desconocer la historia y ser víctimas de la despolitización sistémica, asocian lo que hoy es la AEU con ideales de izquierda cuando tras su cooptación ha representado todo lo contrario. La necesidad de ver desde el pensamiento crítico cómo está el mundo servirá para percatarnos que este sistema es primitivo, desfazado y que ya no da más.

En estos días hemos visto a estudiantes del CUM que han decidido expulsar a los encapuchados de la AEU de sus instalaciones, algo que en cierta forma es de celebrar, aunque también es cierto que han proyectando un discurso con tinte clasista, apolítico y des-historizado que, al no reconocer a estas personas que han cooptado la Asociación de Estudiantes, en el fondo ha dejado ir mensajes que no pueden pasar desapercibidos. Ahora ya están los que en lugar de hablar, de recuperar el Movimiento Estudiantil y resignificar la huelga —dándole otra vez ese enfoque político y crítico— se dedican a eliminar toda esa necesaria tradición que debe ser parte fundamental del sujeto político que se necesita. Hay que tener mucha mesura y criterio para no caer en el juego hegemónico que tras la máscara de la corrección política quiere profundizar la educación de tipo positivista bajo el argumento de progreso, olvidando así el pasado. La AEU debe ser recuperada, pero para ello debemos seguir politizando esta lucha y articularnos. La crisis que vive este país necesita un movimiento estudiantil fuerte y comprometido, de altura y con el carácter que la historia requiere. El sujeto político hoy por hoy es plural y por ello debe articularse en el sector obrero, campesino, urbano y también estudiantil. No hay tiempo que perder.

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