Creer en el arte


Hans Noack_ Perfil Casi literal

La fe ciega es una cualidad muy particular en las personas. Invariablemente el objeto de esta cualidad en la cosmovisión humana se encuentra alejado de lo terrenal y aparente, y se halla más cerca al ámbito de lo trascendente, de lo etéreo, de lo que solo encuentra lugar en la imaginación. Podría decirse que el tener fe y devoción en ciertos ideales y principios es casi necesario en el proceso de convertirse en una persona completa, reflexiva y consciente del papel que juegan sus acciones en su propia vida y en la vida de los demás.

Los asuntos de fe conciernen sobre todo a ciertas ideas y nociones esenciales que conmueven las fibras más profundas de nuestro ser y que compartimos unos con otros a través de los instintos primitivos que albergamos en nuestro interior, los cuales constituyen nuestra condición natural y nos unen como especie. Apelar a este universal sentimiento es clave en unificar pensamientos y generar movimiento hacia una meta común. El despertar que origina este fenómeno nos otorga una nueva perspectiva que celebra nuestra igualdad humana y derriba nuestras diferencias. La realidad es que todos comprendemos un mismo idioma, uno que no se expresa en palabras ni gestos, sino que se manifiesta en íntimas vibraciones que resuenan en sincronía dentro de cada cuerpo y mente. El arte, como medio de creación y expresión, es capaz de alcanzar estas sensibilidades.

Más que admiradores, el arte necesita creyentes. Creer en el arte significa reconocer el poder de trascendencia y la enorme influencia colectiva que sobrevienen de la libre expresión y la invención creativa en el ámbito social. La creación de arte en sí no es la finalidad del artista, mucho menos el efecto estético que pueda producir en los sentidos. Su objetivo final es actuar como catalizador de ideas, invocar visiones de ensueño en la consciencia e inspirar inclinaciones ocultas en el espectador. Lo que propone va más allá de lo que es real y se adentra en el terreno de lo que es posible.

El arte es por ende —también— una herramienta social, con la diferencia de que su propósito no está sujeto a expectativas de ningún tipo. De la misma manera su significado no está amarrado a juegos de explicación intelectual o interpretaciones particulares, y es aquí donde radica justamente su mayor fortaleza porque una obra artística puede transmitir conceptos a un nivel más abstracto sin la necesidad de racionalizar en la intención original de su creador. Sin duda, la prosperidad del arte depende tanto de su recepción y consumo en la sociedad como en el impulso creador de sus autores. De esa cuenta la vocación artística y la exposición al arte son vitales para orientar el camino hacia un nuevo y prometedor futuro para todos. Si hay algo en este mundo merecedor de fe ciega, es esto.

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2 Respuestas a "Creer en el arte"

  1. Leo De Soulas dice:

    Definitivamente para amar el arte hay que tener fe en ella: fe en que, a través de este medio, se pueden cambiar estructuras y se puede trascender. La experiencia estética (que es algo más que el que llamado «efecto estético»), además de ser en sí transformadora en lo individual y colectivo, es un acto que puede mover la fe auténtica, más allá de la fe que te imponen los sistemas religiosos, que en verdad proponen una fe ciega, fundamentalista y fanatizada.

  2. Mauro Osorio dice:

    Quizá el punto en que también debe insistirse es que el arte como fenómeno objeto-sujeto de la que deriva una relación enriquecedora, no se da simplemente en los recursos que natural y ambientalmente poseemos como humanos socializados. Hace falta formación estética para que esos recursos naturales y ambientales terminen de afinarse frente a la experiencia estética que propone el arte, y ser sujetos activos más que pasivos frente a la obra o estímulo artísticos. El simple hecho de leerte y comentar, no se da por sólo de tener setimientos estéticos o fe artística, es posible como intercambio de ideas porque hemos tenido acceso a información en libros, cátedras y experiencias. No debemos minimizar (tú no lo haces, conste), las exigencias que implica colocarse frente a una obra de arte y pasar por alto que su efecto y eficacia depende de cuánto sabemos de sus códigos… todo esto, en el entendido de referirnos a esa compleja y densa producción del arte contemporáneo (término usado en su acepción temporal). La idea de democratizar el arte siempre tuvo su contrapartida lógica… lo que hay que democratizar es la educación, que todos tengamos acceso a ella con obligación del estado de garantizarla con calidad… hasta entonces, será posible una fe arraigada, fuerte y trascendente por el arte, FRENTE A LO VISTO Y NO ANTE LO QUE OTROS DICEN QUE VEN.

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