La actriz homofóbica que quiso interpretar un personaje queer


Javier Stanziola_ Perfil Casi literalEn 2014, Seyi Omooba, una actriz británica, publicó en una de sus redes sociales que «Algunos cristianos han malinterpretado por completo el tema de la homosexualidad, han comenzado a torcer la palabra de Dios. Es claramente evidente en Primera de Corintios 6: 9-11 lo que la Biblia dice sobre este asunto. No creo que puedas nacer gay, y no creo que la homosexualidad sea correcta». Seyi termina sugiriendo que las mal llamadas terapias de conversión son efectivas.

A principios de 2019, Seyi Omooba fue contratada por un teatro regional en Inglaterra para encarnar uno de los papeles más emblemáticos para muchas personas LGBTIQ: el de Celie Harris. Resulta ser que las creencias bíblicas de la joven actriz no le impiden lucrar interpretando personajes homosexuales. Al asistir a esa audición y aceptar el rol Seyi mostró el mismo descaro de las muchas Lupita Ferrer latinoamericanas que en entrevistas para las revistas Vanidades y Buenhogar de las décadas de 1980 y 1990 se lamentaban de lo innecesario que era mostrar tanta pobreza y marginalidad en los medios de comunicación, pero que no dudaban en empolvarse la cara para enlodar nuestros televisores con telenovelas sobre mujeres de pueblos originarios enamoradas del amo blanco.

Pero a diferencia de los —relativamente— lentos medios de comunicación ochenteros, en la era de Marquito Zuckerberg nuestras opiniones tienen tendencias zombis. Los comentarios homofóbicos de Seyi mostraron su mano babosa al día siguiente de ser contratada y fue despedida de la producción inmediatamente.

En septiembre de 2019, Seyi Omooba, con el apoyo de la compañía cristiana homofóbica que dirige su padre, demandó al pequeño teatro regional que la despidió. Según la joven homofóbica, la comunidad teatral inglesa se ha unido en repudio a sus creencias. Como resultado, la muy bien entrenada y talentosa actriz ha sido retirada del libro de su agente —de todos los agentes— y ya no la invitan a audiciones.

No soy abogado, pero supongo que esta demanda tendrá repercusiones profundas en nuestro entendimiento respecto a cuáles son nuestros derechos sociales, así que dejaré que los expertos le den un tratamiento objetivo a este tema.

Jamás podría ser imparcial sobre estos temas. Miento: alguna vez traté de ser imparcial, pero poco a poco he comenzado a matar a mi Lupita Ferrer interna, mi homofobia internalizada. Mi yo domado diría que soy un defensor de la libertad de expresión y que creo profundamente en el poder de persuasión que solo surge de diálogos honestos. Quizá dentro del espacio laboral de esta obra la joven homofóbica hubiese entrado en contacto con procesos y experiencias de liberación. Quizás.

Pero mi yo luchando por liberarse sabe que hay algo absolutamente injusto e insultante en el hecho de que una actriz homofóbica interprete a uno de los personajes queer de una de las más poderosas novelas que hayan surgido en el norte de las Américas.

El color púrpura es un libro de autoayuda para los marginados. En esta novela de Alice Walker, Celie Harris, una mujer abusada física, psicológica y sexualmente por su esposo, se enamora de otra mujer, lo que poco a poco la ayuda a entenderse y liberarse de todos sus “Nos”. Celie habita el fondo del barril mohoso de la casta social de Estados Unidos. Celie no es bonita. No es blanca. No es de piel clara. No es hombre. No es rica. No tiene educación formal. Aún peor: no sabe lo que no tiene y no entiende el impacto que esto está teniendo en su vida. Como en una fábula queer, ese primer contacto con esa primera mujer despierta su conciencia social e individual. Los eventos que esa relación desenmaraña son un ejemplo de liberación. Y como buena fábula estadounidense, nos muestra cómo al examinar tu propia identidad puedes comenzar a destruir el espíritu esclavizador del no.

Supongo que debería decir que si Seyi Omooba sabe cantar, bailar y actuar puede encarnar el papel que quiera o que no podemos hacerle a Seyi lo mismo que ellos nos hacen, pero no puedo. Decir que ella puede expresar su opinión es decir que la discriminación es una opinión (y eso no es cierto). La homofobia limita los derechos sociales de millones de personas. Tus derechos sociales terminan cuando comienzas a pisotear los míos.

Celebro y aplaudo el coraje de la comunidad teatral inglesa de denunciar y confrontar este esclavizador no. Y para quienes piensan que hay maneras más loables de abordar este asunto, la inigualable Alice Walker les recordaría esto: Don´t let them run over you… You got to fight.

[Foto de portada: Dave Benett (Getty Images)]

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