La no tan inocente dramaturgia panameña


Javier Stanziola_ Perfil Casi literalLos inocentes es el más reciente drama de la dramaturga panameña Isabel Burgos, que la consagrará como uno de los más influyentes referentes teatrales de Panamá.

La obra está basada en un pequeño acto de disrupción social que ocurrió en la antigua Zona del Canal en la década de los sesenta. El Chase de Balboa, bajo órdenes de la casa matriz en Nueva York, promovió a un mensajero negro (Thomas) a un puesto de cajero con un aumento de sueldo y mejores condiciones de trabajo. Cuando los Zonians se enteran de que una persona negra les estaría prestando servicios bancarios, organizaron una protesta afuera de la sucursal del banco.

Pero esto no es un drama liviano donde los discriminados descubren sus voces para luego vencer la discriminación. La obra tampoco permite descargar frustraciones sobre las injusticias cotidianas que vivimos. Al contrario, el texto nos recuerda que en asuntos de discriminación y prejuicio nadie es inocente.

Isabel Burgos sabe cómo guiarte lentamente para que el texto sirva de reflejo de tus propios actos. Con el personaje de González, un cajero panameño que no habla inglés pero que por palanca ha conseguido un puesto de cajero en el Chase, el texto nos muestra al amigo bonachón que todos hemos tenido y apreciamos. González le daría vida a cualquier fiesta gracias a su humor, carisma y humildad. Pero cuando ya nos hemos hecho amigos del personaje, poco a poco comienzan a aflorar sus prejuicios no solo sobre los negros, sino también sobre las mujeres, los pueblos originarios y los estadounidenses. Al principio, el público ríe con sus ocurrencias, chistes y eslóganes nacionalistas para luego sentirse traicionado al darse cuenta de la profundidad de la ignorancia y odio que siente González hacia todo lo que sea diferente a él. Aún más frustrante, Thomas nunca enfrenta contundentemente los prejuicios que tan crudamente expresa González. En su lugar, escuchamos a Thomas muy mansamente dar gracias al equipo del banco por aceptar trabajar con él. En el Chase de los sesenta, en nuestro Panamá de hoy, muy pocos tienen la valentía de parar el acoso y retar la ignorancia. Los personajes de Los inocentes bajan la cabeza o asienten cuando escuchan de boca de González cuán poquita cosa son. Cuando dos de los personajes se atreven a enfrentarlo, el público siente que por fin le llegará su merecido al pesado sandio, pero muy pronto vemos frustrados esos enfrentamientos de forma limpia y tajante. González es un racista misógino y en el mundo de Los inocentes nunca recibe escarmiento, como efectivamente ocurre en la mayoría de los casos en la vida real.

La puesta en escena del texto, ganador del Premio Ricardo Miró 2018, fue dirigida por la misma Burgos y cuenta con interesantes recursos de teatro físico y juego de luces para dinamizar partes de la historia, como el periodo de entrenamiento del nuevo cajero. Es Arturo Wong Sagel, en el papel de Valderrama, quien le da el peso y seriedad que merece un texto de esta envergadura, sin dejar de mostrar el lado liviano del personaje con divertidos movimientos y expresiones faciales. Solo en su segunda semana la obra aún está buscando su ritmo ideal; y su final, con un mensaje esperanzador, rompe un poco con su tono inicial. Pero Los inocentes es un importante texto dramatúrgico. La crudeza con la que presenta las machacadas manifestaciones humanas de la discriminación y prejuicio nos hace cuestionar nuestro dogma nacional de que somos un crisol de razas.

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