Bohemia bajo el Islam (II)


Juracán_Perfil Casi literalLa obra de Hafiz es una expresión de libertad, espiritualidad y gusto por los placeres efímeros. No es fácil buscar un parangón dentro de la cultura occidental. Sus reflexiones sobre la belleza simple e irrepetible de la naturaleza y su conexión con Dios nos podrían remitir a San Juan de la Cruz o Walt Whitman; sus poemas sobre el amor y su gusto por el vino, a Charles Baudelaire; pero al situarse él como maestro y guía espiritual, está más cerca de Parménides que de Epicuro. Quizá en el extremo oriente haya un paralelo con Li Po, aunque su noción de divinidad incluya los placeres mundanos:

En todas partes

Corriendo

a través de las calles

gritando.

Atravesando piedras a través de las ventanas

usando mi propia cabeza como anillo

de grandes campanas.

Jalándome de los cabellos

tirándome de las ropas.

Atándolo todo

solo poseo un palo

para sentarme junto al fuego.

Que más puede Hafiz hacer esta noche

para  celebrar la locura

el gozo

de ver a Dios

en todas partes.

El nombre adoptado por Shams Ud Din Muhammad fue Hafiz: Momorizador. Sin embargo, dentro de la tradición sufi convendría más considerarlo como un rend, palabra con que se designa al «borracho místico», un ser al que no le importa su reputación sino la verdad de sus actos. Esta búsqueda individual y ajena a las leyes morales es lo que convirtió al sufismo en una amenaza contra la concepción legalista, austera y rígida del Islam, y a Hafiz en un enemigo del Estado. Si la mayoría de sus poemas hoy están desaparecidos se debe a que Mubarez Ud Din, rey interino de su ciudad, era sunita (la rama ortodoxa del islam) y en su intento por regular la moral de Shiraz mandó a cerrar todas las tabernas. En esta época, Hafiz hizo elogio de la bebida y mostró la embriaguez como una forma de alcanzar el conocimiento de lo divino y el desprecio por las luchas de poder:

El trago de los bohemios

No hablamos mal de nadie y no nos inclinamos contra la verdad.  No ennegrecemos los ropajes de nadie ni oscurecemos nuestro oscuro hábito. No escribimos palabras confusas en el cuaderno de la ciencia. El misterio de la verdad no confundimos con cercas de juegos malabares.  Hablar de los derviches y de los opulentos, poco o mucho, es malo. Bueno es el hecho, malo en absoluto realizarlo.

Si algún celoso habló perversamente y algún amigo se disgustó, dile: sé alegre tú, nosotros no escuchamos la estulticia.

El cielo rompe el barco de los señores del arte. Mejor es no apoyar este mar colgante. A ojos de los caminantes guiamos bien el universo. Ni en la silla dorada pensamos, ni en el caballo negro.

Si el rey no bebe con respeto el trago de los bohemios, nosotros desdeñamos el vino puro y refinado.

En occidente suele creerse que la tradición sufi es una especie de ascetismo o una doctrina que predica la dualidad del mundo: bien y mal, sublimidad y degradación. Sin embargo, su búsqueda consiste precisamente en la aceptación de los contrarios dentro de una misma espiritualidad sin olvidarse nunca la existencia material y sus limitaciones:

La trampa de la senda

Hace ya tiempo que sirvo en esta taberna. Con el vestido de pobreza hago el trabajo de los nobles.

Hasta que atrape en la trampa del encuentro al donairoso faisán, bien escondido me guardo y la hora de la suerte aguardo.

A la verdad, el predicador no tuvo presto el olfato, presta tú oído a la palabra.  Lo que en su ausencia yo pronuncio, pronunciaré en su presencia.

A trompicones avanzo, igual que el viento de Saba, hasta el reino del amigo, y ayuda yo solicito de los que me acompañan a lo largo del camino.

La tierra donde tú reinas no puede soportar ya tantos enojos. Oh ídolo, favores has hecho, reduzco yo los enojos.

El bucle del amado es la trampa de la senda, y su flirteo, la flecha de perdición. Recuérdalo, corazón, innumerables veces te he aconsejado.

La mirada pesimista oculta, oh clemente, que ocultas los fallos  de tantos atrevimientos como cometo en mi retiro.

Soy Hafiz en un cenáculo, y en otro, servidor de posos. Advierte la broma, así las gasto yo con los hipócritas.

Es difícil creer que mística tan libre pueda hoy ser respetada por el fundamentalismo.

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