Adam Sandler, o el miedo al talento dramático propio


Darío Jovel_ Perfil Casi literalHace unos días me puse a ver el último filme protagonizado por Adam Sandler: El Halloween de Hubie (2020). Al llegar a los créditos me sentí absorto por una sensación extraña porque recordé cuál fue la anterior película que había visto de este actor: Diamantes en bruto (2019), que parece cualquier cosa menos una típica película protagonizada por él. En esta hace el papel de un adicto a las apuestas que arriesga la vida por una corazonada. No hay chistes fáciles ni bromas con gases. Su personaje evoluciona e intenta sacarle provecho a su propio vicio.

Por otro lado, El Halloween de Hubie es como ver casi cualquier otra película suya. Literalmente es él haciendo el mismo papel que ha hecho desde hace años, lo cual tampoco está mal. Sin embargo, se me hizo inevitable poner en una balanza ambas producciones y, aunque no sé casi nada de cine como para decir que una es mejor que otra, sí puede notar con mucha facilidad cuál le demandó más trabajo como intérprete. La figura de Adam Sandler está asociada a los chistes fáciles, la comedia física y las moralejas que de vez en cuando parecen forzadas; no obstante, varios de sus papeles —como el que tiene en Los Meyerowitz: la familia no se elige (2017), donde es un intento de artista que se muda con un padre que jamás lo apreció— nos demuestran que es capaz de salir de ese arquetipo sin renunciar a su esencia.

La duda aquí es por qué no hace este tipo de papeles dramáticos más seguido. Lo más probable es que sea por el dinero, lo cual, de hecho, es un motivo no solo respetable, sino además lógico y entendible. Muchos podrán asegurar que estarían dispuestos a renunciar a unos cuantos centavos con tal de respetar su «arte», pero cuando la cifra asciende a los millones de dólares estoy seguro de que cualquiera mandaría al diablo sus ideales.

La realidad es que Adam Sandler es un gran actor, uno que quizá le tenga miedo a su propio talento y a salir demasiado de su ya exitosa receta. Así como él debe haber escritores talentosos que se dedican a elaborar capítulos de La rosa de Guadalupe porque lamentablemente eso sí les da de comer.

Nos agrada consumir contenido sencillo, fácil y rápido. Nos disgusta aquello que nos demanda más atención y voluntad de lo normal; y ello, inevitablemente, determina qué películas, libros y series nos entrega el mercado. Algunos dicen, con cierta soberbia, que actualmente hay escasez de talento, pero me parece que eso dista mucho de la verdad y que en realidad nos entregan lo que pedimos, solo lo que nos gusta.

Adam Sandler seguirá haciendo sus películas de siempre y de vez en cuando nos obsequiará una obra que salga de su propio estereotipo y que se arriesgue a fracasar. De igual forma, de vez en cuando un gran chef se anima a mezclar sabores y un gran autor decide escribir algo sin saber si alguien leerá más allá de la primera línea.

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