Para alguien que pretenda enseñar


Darío Jovel_ Perfil Casi literalEstimado profesor/a:

Comprendo que su deber requiere de gran cuidado y que la responsabilidad que le encargo es grande, pero le pido que atienda una serie de recomendaciones para que, una vez llegado el momento de cosechar el fruto de su trabajo, pueda sentirse orgulloso de su labor.

Los niños viven de la inocencia y la ignorancia, pero en ello reposa nuestro deber y, más aún el suyo, de enseñar a los hombres y mujeres del mañana la existencia de la injusticia, del hambre, del odio, de la pobreza y de la maldad; de enseñar la realidad del mundo para que cuando sean expuestos a él no los encuentre indefensos. Debe ser capaz, señor profesor, de enseñarles que tras toda traición hubo un amigo y que tras todo amigo puede haber una traición sin desestimar el valor incalculable de la amistad.

Enséñeles a confiar en todos sin confiar mucho en nadie, a trabajar en equipo por metas individuales y a trabajar solos por metas en conjunto. Hágales ver que los problemas del mundo no son su culpa, pero que no hacer nada por ellos es ignorar y restarle toda la importancia a las generaciones que les sucederán y a las que les precedieron; deben saber que nadie los obliga a cambiar el mundo, pero que intentarlo es un deber de la naturaleza humana y negarse a ello es negarse a la esperanza.

Debe enseñarles, señor profesor, que la verdad está por encima de cualquier gobierno, cualquier idea y cualquier religión; que es inaceptable disculparse por decir la verdad solo porque los demás no estén preparados para oírla o porque no querían hacerlo. Es menester que bajo su tutela los alumnos aprendan —más allá de conocer la naturaleza de las cosas, los teoremas matemáticos o las grandes lecciones de la historia patria— a conocerse a sí mismos, a entenderse y aceptarse.

Señor profesor, será en el aula donde experimenten el amor, la amistad y la enemistad. Será allí donde vivan sus primeros conflictos, donde lleguen a sus primeros acuerdos, donde sepan lo que es reír al unísono con compañeros, donde se unan para celebrar o apoyar a uno solo de ellos; y la suma de todas esas experiencias, con el tiempo y el pasar de sus vidas, tomará un valor mayor al de la misma enseñanza. Deberá hacerles ver la belleza que existe tras los números, la literatura, la ciencia y la filosofía, quedará en sus manos reforzar los valores que aprendieron en sus casas y, en los casos más extremos, inculcarlos usted mismo.

Profesor, su actitud tendrá un peso inimaginable en el proceso educativo. Debe ser exigente siempre, pero comprensivo; debe tener compasión, entender la situación de sus alumnos, pero que ello no lo vuelva débil ni lo incline a consentirlos. Ame a cada uno de esos niños como si fuera su hijo y desee lo mejor para todos, independientemente de las cualidades o defectos que cada uno pudiera tener y sabiendo que la inteligencia es una capacidad que se manifiesta de distintas maneras, casi tan variadas como la personalidad misma de muchos individuos. Estoy seguro de que durante su pequeña aventura con los niños podrá aprender tanto de ellos como ellos lo harán de usted.

Lo que le estamos encomendado no pude medirse acorde al valor de la matrícula que pagan sus alumnos y también sé que no hay sueldo lo suficientemente alto para pagarle por el gran servicio que presta. Sé que no gana lo que merece, que la sociedad muchas veces se pone en su contra, que los políticos lo utilizan y juegan con usted a su antojo, que su situación es injusta por dondequiera que se vea, pero le pido, le suplico, señor profesor, que esto no lo desmotive porque en sus manos está la posibilidad de hacer una sociedad más recta y cambiar esa situación.

A quienes recibe usted en esa aula serán médicos, abogados, ingenieros o gobernantes algún día, el niño retraído y con bajas calificaciones a causa de los problemas que hay en su casa bien pude ser el presidente que el país anhela; pero si usted no es capaz de verlo de esta forma, es muy poco probable que él si pueda hacerlo. Le pido que entienda, señor profesor, que muchos de esos niños se encuentran solos en el mundo y usted es su única esperanza, el puente entre el mundo de hoy y del mañana. En sus manos está la respuesta a la corrupción y la pobreza, en ellas descansan la esperanza de todos los pueblos. Le pido que nunca deje de esforzarse ya que, de hacer bien su trabajo —que entiendo, no es fácil— pasará a ser su maestro para toda la vida y ellos el pilar de la sociedad que ansiamos construir. En sus manos están las personas que mañana cambiaran al mundo y, cuando ellos lleguen adonde la vida los lleve, volverán a ver su pasado y recordaran con lágrimas en sus mejillas al profesor que les enseñó más de lo que el programa de materias exigía, el valor de la integridad y la honestidad que los guió y les mostró el camino de la vida. Y la sonrisa de generaciones enteras será, señor profesor, el fruto de su trabajo.

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