Quino, Mafalda y una realidad que sabe a sopa


Darío Jovel_ Perfil Casi literalCuando este artículo salga a la luz, Mafalda tendrá ya varios días en la orfandad. Su padre Quino falleció el 30 de septiembre de este año. No daré detalles de su vida porque para eso están sus biografías y Wikipedia. Ni siquiera diré cuál era su verdadero nombre porque, así como a nadie le importa cómo se llamaba realmente Pablo Neruda, para efectos de la historia, Quino será solamente Quino. Lo importante no es su nombre o su vida, sino lo que dijo a través de las tiras cómicas de una niña irreverente.

Mafalda, el personaje, tiene una peculiar forma de ver el mundo: no lo entiende. Si todos dicen ser buenas personas, ¿por qué hay malas personas? Una duda realmente razonable y se trata de una de tantas que ella nos ha planteado a lo largo de cincuenta años. El sarcasmo, la ironía, las metáforas y cientos de figuras literarias desfilan a lo largo cientos y cientos de tiras cómicas. Pareciera un chiste, pero estos inocentes dibujos fueron perseguidos por las dictaduras de Latinoamérica como paganos durante la inquisición.

La razón para que Mafalda haya incomodado tanto es porque en dos o tres frases decía toda la verdad que casi nadie estaba dispuesto a escuchar. Mafalda se lo cuestiona todo, se decepciona constantemente, pero también se llena de entusiasmo para arreglar lo que está podrido. Quino hizo de su protagonista una voz para las verdades incomodas, para la crítica humorística y la denuncia global. El egoísmo, la libertad, la censura, la soledad y muchos otros temas son el desayuno de unos personajes que, sin la necesidad de grandilocuentes discursos, son capaces de ponernos a pensar.

Mafalda es comedia, pero con ciertos ojos puede leerse como un relato triste o como una reseña heroica de la realidad. Como una crónica de tiempos no tan lejanos. Mafalda, a los ojos de quien la lea, puede ser una absurda colección de chistes sin gracia o una obra maestra cuyo humor no radica en la broma fácil, sino la cruel ironía que se respira en sus diálogos. Es difícil que no coincidamos en algo con esa niña a la que no le gusta la sopa.

Quino encontró una forma para hablar de aquellos temas que eran prohibidos o que simplemente no se encontraban en la cabeza de casi nadie. Mafalda es una crítica de los sacrosantos principios que aceptamos sin cuestionar. Darles una revisada a sus tiras cómicas es casi un deber, pero con muy poco tiempo se vuelve un placer. Quino pretendió que su obra fuera una comedia sencilla, pero en su lugar creó una historia tragicómica donde todo el mundo puede sentirse identificado para bien o para mal, un espejo de nuestras sociedades donde vemos lo mejor y lo peor que tenemos.

Quino ha muerto, pero su genialidad estará siempre presente en cada viñeta de esa niña irreverente, cuestionadora de todo y enemiga jurada de la sopa. De hecho, Quino es un genio porque nos enseñó que a veces la realidad sabe a sopa.

[Foto de portada: Noemí Hernández]

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