En tiempos de guerra


Vivian Mayén_ Perfil Casi literal

En la cárcel de la tortura yace un hombre a quien no lograron quebrantarle su lealtad, el honor. Sin embargo, su estado físico era tan deplorable que sucumbiría en cualquier momento. La podredumbre lo rodeaba. El olor recordaba el dolor de la agonía. El eco de los sonidos rebotaba por todas partes. La muerte era una opción tentadora, pero ella disfrutaba verlo sufrir. Escuchaba con atención cada palabra que, con esfuerzo, salía de su cuerpo.

Mientras tanto, en las calles de la ciudad, la represión, el asedio, la desesperación, la angustia, y el delirio de persecución envolvían a los que huían de la realidad. Sus casas se habían convertido en posibles lugares de encuentro. Sus familiares en posibles enemigos o delatores. Ya no quedaba nada, solo huir o morir gracias a la tortura; aunque la traición era otra opción.

Aun así, la vida parecía normal para aquellos que observaban. No sabían si habían tomado la mejor decisión. Una familia opresora, un trabajo mediocre y nada para el futuro, o unirse al grupo de compañeros que luchan por un ideal. Una decisión que solo era eso.

En el exilio, las noticias y las cartas lo mantenían escribiendo. No solo sobre los diferentes lugares en donde había estado, sobre los amigos con quienes se había encontrado y las precariedades, sino también sobre encuentros cercanos con el sexo opuesto, donde una vez más el ego se superpone al amor.

Una narración cruda con verdades a medias —por el bien de la misma— donde el contexto de Los compañeros es familiar y reconocido por todos. Marco Antonio Flores, “El Bolo” Flores (1937-2013), apunta a una novela generadora de cambios en el formato y estilo de la literatura guatemalteca sin olvidar la época en la que se desarrolla.

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