Mi discurso machista


Vivian Mayén_ Perfil Casi literalEn una presentación, mientras hablaba sobre la corriente literaria feminista, fui presa de mi lenguaje machista. Un lenguaje que cambia constantemente junto con una Academia que decide qué cambios realizar. Junto con una sociedad que nos educa, nos programa de cierta forma, para actuar de cierta forma; me había ocultado la verdad de mi lenguaje.

De cierta forma me contradecía cuando citaba a Helen Cixous con La sonrisa de la medusa, una protesta contra todos aquellos que le quitan el derecho a la mujer de ser dueña de su cuerpo. Y qué decir de Virginia Woolf, que reclama un espacio, su espacio, su propia habitación. Más aun mi contradicción cuando mostraba a todas esas escritoras de la edad media que fueron dejadas en el olvido, rechazadas.

Mientras interiorizaba mi realidad me sentí oprimida, abrumada, traicionada. Lo peor del caso es que han sido hombres los que me han hecho notar la verdad. Estaba tan bien programada por mi círculo social que me resultaba tan natural y propio y, probablemente, para muchas mujeres siga siendo así. Si bien es cierto que algunas palabras no solo han cambiado al femenino sino también su significación, existe la resistencia al cambio. El discurso machista es aún más evidente cuando hay palabras soeces para denigrar ciertas situaciones de la mujer, pero no la del hombre.

Qué le queda a mi discurso cuando me refiero a un “nosotros” en lugar de un “nosotras”; muere cuando tengo que rebuscar las palabras para que concuerde con lo que quiero significar, con lo que quiero que sea evidente en mí. Un lenguaje que refleje mi naturaleza donde pueda sentirme libre, el cual me permita defender mi posición en esta sociedad.

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