Animales tristes


Javier Payeras_ Perfil Casi literal_Ese acto sucesivo de ser un hombre, ese recetario de simplezas. Alguien se me acerca buscando plática con los tópicos obligados: fútbol, marcas de carro y mujeres. Le digo que soy muy torpe en esos temas, que lo mío es la literatura. Ese alguien se aleja hasta la otra esquina.

Mi mala elección de no vivir dentro del rol donde el macho es la regla acordada por hombres y por mujeres. La poesía es para los borrachos, los drogadictos o para adolescentes cursis. La lectura es para los huevones y los bajo-productivos. De haber seguido esa regla general hoy me dedicaría a cosas que odio con tal de darle gusto a los que se resignan a aceptar su destino de animales tristes: nacer, reproducirse, emplearse y morir.

No sé si en todos los lugares y en todas las épocas ha sido igual, pero al menos en Guatemala sucede. En este país lo que tiene importancia es siempre lo masculino, o sea, lo que está definido como «rentable». Así lo aprendieron nuestros padres, así lo enseñaron a sus hijos.

Las madres educan a los futuros maridos disfuncionales, los padres les enseñan a las niñas que la felicidad solo es posible en una casa y dos o tres carros.

Es triste encontrarse a jóvenes transcribiendo la vida de sus padres, robando sus errores y abonándose a una vida sin matices. Que las generaciones venideras no repitan los viejos errores. Que puedan vivir y aceptarse como individuos distintos y no meras réplicas o clones de otros. Que se abra camino a una individualidad que empuje los márgenes de la tolerancia. Ese es el gran reto del presente.

Defender prejuicios no es construir valores; los estigmas no reivindican nada más que el odio y la mediocridad. Los grandes cambios vienen de las acciones individuales: desactivar esa educación contra la autoestima que tristemente nos heredaron.

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