Pancho Méndez


Javier Payeras_ Perfil Casi literalTengo un baúl muy sencillo donde guardo cosas muy importantes: cuadernos pintarrajeados, fotos viejas, recortes de prensa, objetos extraños que me han regalado. Allí enontré el primer borrador de la novela Saga de libélulas, de Francisco Alejandro Méndez.

Fue hace más de una década cuando nos encontramos en una galería donde yo trabajaba. Méndez volvía de Costa Rica luego de sacar uno de sus tantos títulos académicos, me extendió un libro —con una portada sugerente con dos mujeres masturbándose— y  me pidió que lo presentara. Se trataba de Completamente inmaculada, y puedo decir que para ese entonces no existía una novela como esa en la región. Fue publicada fuera de Guatemala por la heroica editorial tica Perro Azul, este relato condensa muy bien el exceso y la ironía de mediados de la década de 1990. Se trata de una historia de carretera y terracería donde se reunían todos los factores del hedonismo y la derrota de la Centroamérica de entonces, una novela a la que se le debe un estudio más riguroso y que es fácilmente comparable con lo mejor de la narrativa latinoamericana de inicios de este siglo.

Pancho Méndez es un escritor en dos vías. Por un lado, el académico, un especialista en literatura vanguardista y canónica guatemalteca que se ha singularizado como un maestro universitario admirado por sus alumnos; por otro, el novelista, un gurú del relato policiaco que a través del cáustico sentido de su detectective, Wenceslao Pérez Chanán, ha reducido a libros todo lo macabro y cómico de un país malhecho.

Con mucha justicia se le ha otorgado el Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias 2017, un reconocimiento que se honra al seleccionarlo. Pienso que más allá de lo magro que puede ser el monto otorgado en dinero (la misma cantidad que gana un funcionario de «bonificación» por su inutilidad durante un mes), la posibilidad de que los guatemaltecos conozcamos a nuestros escritores es quizá el premio verdadero. Una vida dedicada a la literatura es lo que hoy festejamos, destellos que pueden venir de un faro avisor en medio del subdesarrollo espiritual donde flotamos sin tocar orilla.

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