The Revolution will not be televised


Javier Payeras_ Perfil Casi literal_¿Quién dice que la televisión basura no es educativa? ¿Quién se atreve a afirmar que los periódicos repletos de noticias amarillistas no son medios de propaganda? ¿Quién puede contradecir que las vallas o los jingles de radio (con todo y sus variopintos locutores superficiales) o las enmieladas telenovelas con su eterna apología a la seducción adolescente ―sin consecuencias― o los maratones de anuncios con «ofertas únicas» o los megaconciertos populacheros impulsados desde la telefonía celular o los curiosos estereotipos que reproducen los café-teatro o las cada vez más predecibles finales de fútbol o los millones de sitios de pornografía de internet con público cautivo mañana-tarde-noche no son la vanguardia en todo lo que respecta a formar a nuestra sociedad?

La educación en Guatemala no está en manos de un agujereado ministerio con más pupitres que presupuesto, sino en manos del lucro, la propaganda, el consumo y la negación. La educación de este triste trópico está desmantelada por la suma de errores heredados de generación en generación.

Universidades que rebalsan de corrupción, demagogia, mercantilismo y mojigatería. El magisterio es, en una gran mayoría de casos, un último ejercicio de sobrevivencia mal remunerada y el maestro se parece cada día más a un niñero que gana por jornal sin importar lo que pueda enseñar o no.

A todo esto podemos llamarle «Educación envenenada»: repetir patrones, memorizar eslóganes y seleccionar un ringtone a nuestra peculiar desdicha. Que un niño de cinco años repita como loro un anuncio es el augurio de un macabro porvenir. El rebaño de votantes, el ejército de fanáticos de cualquier cosa que no involucre usar la inteligencia. El veneno que llevamos inoculado por generaciones y generaciones de entrega incondicional a un capitalismo sin ética y a ese híbrido entre miedo y desprecio al conocimiento, tan útil a una minoría con poder de decisión. Necesitamos antídotos. ¿Cuáles?

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