El problema de profesionalizar el arte (I)


LeoDe acuerdo con las doctrinas liberales, toda carrera universitaria debería preparar profesionales en áreas que tengan una demanda en el mercado laboral. Según esta lógica, esa es la razón que justifica la existencia de una profesión. El objetivo de cualquier carrera dentro del amplio abanico del mercado debería encaminarse, entonces, a la tecnificación y al desarrollo de la competitividad del recurso humano para que se incorpore a las exigencias de un mercado cambiante.

De acuerdo con otras posiciones de carácter más humanístico y que no necesariamente entran en contradicción con la capacitación del trabajo más especializado y tecnificado, una carrera universitaria también debería aspirar a desarrollar el pensamiento crítico y generar propuestas de desarrollo social, cultural e investigativo desde la disciplina particular en la que trabaje.

Ambos aspectos no necesariamente deberían entrar en pugna, sino más bien sería deseable que se complementasen; sin embargo, pareciera que el ensayo realizado por muchas universidades en Centroamérica no pareciera responder las exigencias de ninguna de las dos vertientes.

Sin duda que habrá muchos casos en toda la región, pero veamos el caso particular de la Universidad de San Carlos de Guatemala y su Escuela Superior de Arte, desde la mirada tangente de un observador imparcial. Esta institución muestra al exterior todos los síntomas de haberse quedado encharcada entre los dimes y diretes de diferentes grupos que buscan asirse del poder, siguiendo, sin duda, un esquema dictado por el mismo sistema de corrupción que prevalece y va permeándose en todas las instituciones hasta podrirlas.

Aunque las intenciones de crear una Escuela Nacional de Arte fueran «buenas», se debe comprender que eso no basta si antes no se hace un estudio detallado del mercado en el que esta escuela nacerá y si no se planifica el perfil del profesional egresado ni la proyección e incidencia social que sus colegiados tengan sobre ella.

Y es que esta escuela traía ya desde su forma embrionaria la semilla que en la actualidad da lugar a todos los problemas y conflictos que la mantienen en el estado vegetativo actual —como sucede con muchas instituciones en Guatemala, en especial con las relacionadas a la cultura—, así que no es de extrañar que los conflictos de poder que hoy existen sean el producto de todo un proceso que desde sus inicios ha venido signado por la exclusión, la corrupción y el divisionismo. Así, por ejemplo, se pueden mencionar las fallas que hubo desde el proceso de selección en el PLART, un plan que supuestamente pretendía profesionalizar a los artistas que hubieran acumulado 20 años de experiencia en cada una de las disciplinas —Teatro, Danza, Artes plásticas y Música— y que a través de recortes de prensa demostraran —háganme el favor— los veinte años de experiencia.

Pero más allá de esta selección tan arbitraria, el punto medular es que la Universidad de San Carlos terminó por regalar títulos a diestra y siniestra con la única condición de que los futuros profesionales copiaran información de Wikipedia para completar un temario —conceptualmente deficiente, por cierto— e hicieran una muestra de las distintas disciplinas; y que luego, en una segunda fase, hicieran dos semestres con cursos generales de pedagogía en la Facultad de Humanidades. Al terminar este proceso, la Universidad garantizaba la profesionalización de todos sus egresados, muchos de los cuales cumplieron con todos los requisitos más por alcanzar un sueño romántico de sentirse licenciados en arte que de tener interés por seguirse formando o ser parte del cuerpo docente de la Escuela Superior.

Fue así como muchos de estos profesionales, por fortuna en algunos casos, se perdieron; pero la Universidad fue incapaz de darle continuidad al proceso de formación de estas personas. De pronto hubo un repunte de licenciados en las disciplinas artísticas, sin empleo, tal como estaban antes de ser licenciados; sin oportunidad de ejercer su profesión y en un mercado completamente hermético. Al final, para hacer arte no se necesita un cartón, sino talento; y para trabajar del arte en este país chapucero no se necesita de un título, sino de tener los conectes adecuados.

Muchos de los profesionales en arte entonces quedaron a la deriva, tal y como estaban antes de que les obsequiaran un título, solo que con un cartón que les satisfacía más una carencia de sus propios egos.

Seguidamente se echó a andar el plan regular y, desde entonces, la Escuela Superior de Arte no ha dado un fruto que marque un cambio cualitativo en la situación de las artes; por el contrario, prevalecen las quejas de los estudiantes, las rivalidades entre docentes, las destituciones de personas en puestos de autoridad e incluso se permean indicios de que, entre aqueos y troyanos, reina e impera la corrupción.

Hasta hoy, la Escuela tiene muy pocos profesionales egresados y los que logran culminar sus estudios se enfrentan a un medio laboral casi inexistente, pues de todos es sabido que en Guatemala, como en el resto de Centroamérica, las artes no pertenecen ni siquiera a las actividades productivas formales, mucho menos constituyen una industria. Los artistas egresados salen tal y como en las décadas de 1980 y 1990 salían quienes ingresaban de las escuelas nacionales de arte: con una mano adelante y con otra mano atrás y con un futuro incierto. No sé si la Universidad de San Carlos tomó en cuenta este pequeño detalle al momento de planificar esta carrera o si la Escuela Superior ha creado algún tipo de estrategia para solventar este aspecto porque en realidad no tiene sentido aprovechar el idealismo juvenil para ofrecer carreras universitarias en las que apenas hay un mercado laboral bastante parecido al que realizan los vendedores informales.

Más preocupante aún que la precariedad laboral es que un egresado universitario, quien idealmente debería convertirse en un profesional crítico de su realidad y que debería aspirar a cargos de dirigencia que propicien el desarrollo de las artes, tanto a nivel estatal como en la iniciativa privada, terminen trabajando para malvivir de ellas.

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2 Respuestas a "El problema de profesionalizar el arte (I)"

  1. Tito Bassi dice:

    En Guatemala para todo hay ductos obligados y llaves de paso solapadas que determinan el exito del merito real absorbido o adquirido en todos los campos. .El fatalismo le denomina a las llaves de paso «si Dios Quiere» o » primero Dios.

    1. Leo De Soulas dice:

      Así es, Tito Bassi.

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