Individualismo: el principal responsable de la crisis por la pandemia


LeoVolver a la normalidad todavía es una meta lejana. Digo normalidad, porque esto de «nueva normalidad» se me hace un juego de palabras caprichoso para sumir a las personas en mayor desesperanza. Si de algo estoy seguro es que nadie quiere una «nueva normalidad», que todos queremos volver a ser los de antes, salir a donde nos dé la gana, abrazarnos, deshacer distancias.

Quizá para nuestra idiosincrasia latinoamericana ha sido mucho más difícil adoptar estas medidas, pero si queremos que las cosas vuelvan a ser las de antes debemos comenzar a ser disciplinados, aunque esto vaya en contra de nuestra voluntad.

La peor parte de esta situación se la llevan las personas que pierden la vida o a sus familiares. Tras ellos, las personas que no pueden generar un ingreso y que no saben hasta cuándo durará esta situación incierta que ya ha convertido la región —y particularmente mi país, Guatemala— en mendicante. Si aquí pedir limosna ya era un hábito, hasta ahora había estado bastante alejado de las capas medias. Entre estas dos posiciones ya se ve afectada la mayor parte de la población.

Ahora bien, en Guatemala logro percibir a un creciente grupo de personas que están presionando para que se eliminen las medidas, aludiendo a la situación que vive la economía del país. Este tipo de gente se escuda ahora en esos millares de personas que han quedado en la ruina para beneficiar, entretelones y no tanto, sus intereses personales.

Estas personas que gritan en nombre de la sagrada economía no hacen este berrinche porque sus negocios estén tambaleando, sino por la desmedida ambición. De ahí que ese supuesto interés que dicen tener por los trabajadores desempleados sea una hipocresía a todas luces. Tan solo son riquillos que quieren jugar a revolucionarios cuando en realidad solo exponen con lujo de detalles su egoísmo.

Más preocupante son todavía las personas que, creyéndose ricas sin serlo, han caído en el engaño y apoyan decididamente a estos grupos. Además de su egoísmo, estas personas también exponen su ignorancia y la vulnerabilidad que tienen de ser influenciados. Bueno, no podía esperarse otra cosa cuando han estado deslumbradas toda su vida por el estilo de vida burgués.

Para colmo, el gobierno también hace de las suyas. Si bien es cierto que el gobierno actual no es responsable de la pandemia y tampoco de la degradación social e institucional, ha hecho lo propio para medrar a partir de la desgracia. De ahí que en estos pocos meses el presidente se haya desgastado tanto que ya ni sus mismos seguidores meten la mano al fuego por él.

Definitivamente la situación es mucho más compleja de lo que parece, pero ciertamente no es este el mejor momento para levantar medidas, por muy desesperada que esté la gente. En realidad, la conducta irresponsable que ha dado como resultado manifestaciones, fiestas clandestinas, eventos deportivos y religiosos prohibidos no es más que resultado de la malacrianza que el mismo sistema ha propiciado. Este sistema que nos ha enseñado que la felicidad solo es posible en tanto seamos capaces de consumir a manos llenas y embrutecernos con diversión superflua.

Sé que las comparaciones son odiosas, pero es inevitable observar la disciplina de países como Cuba, cualidad que ha reducido significativamente el número de contagios al punto de estar ya casi preparados a retomar la normalidad de sus vidas. Pero más allá de ser un pueblo con mayor disciplina, pienso que la cualidad que marca una diferencia decisiva es el sentido de comunidad en contraposición con el individualismo de nuestras naciones seudocapitalistas. Vemos, entonces, que, al inicio de la pandemia, el gobierno de Guatemala se glorificaba de no tener tantos contagios, y ahora somos uno de los países más altos en el istmo. Quizá el individualismo capitalista sea nuestro peor enemigo.

En Guatemala la gente esperaba con ansias las disposiciones presidenciales. Las cosas seguirán iguales por 15 días más. Los ricos se desesperan por abrir sus negocios sin importar que sus trabajadores mueran. Están ejerciendo presión para no pagar el Bono 14, aunque con ello se tengan que llevar a la Constitución entre las piernas. Hay iglesias también están ejerciendo una fuerte presión por abrir sus puertas, son negocios sucios que no quieren perder sus diezmos y limosnas. La gente hace fiestas clandestinas, pero son llevados ante la ley, menos los padres que pertenecen a las clases infalibles de este país. Todavía hay tantos locos por ahí afirmando que el virus no existe e imaginando teorías “conspiranoicas”. Definitivamente somos un país que merece lo que le está pasando.

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