La legitimidad del voto nulo


LeoFui de las personas que casi es linchada virtualmente luego de que expresé por las redes sociales, abiertamente y con orgullo, mi decisión de votar nulo en las elecciones pasadas. Apenas había publicado la fotografía de mi voto, la cual tomé a escondidas desde la urna electoral, cuando ya me llovía una marejada de insultos y juicios condenatorios. De hecho, desde unas horas antes, cuando sugerí mi intención, empecé a recibir aquellos mensajes que más bien parecían de un fanático líder religioso y que tenían como finalidad hacerme sentir culpable por lo mal patriota que era; y cuando vieron que eran incapaces de convencerme, de tan siquiera mudar en lo más mínimo mi posición, hasta me invitaron a largarme de este país, como si viviera a expensas de estas personas de tan buena voluntad y semejante consciencia patriótica.

El problema con mucha gente que suele fanatizarse con falsos patriotismos y adopta discursos hechos a la medida del rebaño que está dispuesto a consumirlos, es que en su reducido mundo son incapaces de concebir que existan otras personas para quien el voto nulo no es más que una forma de expresar nuestro descontento con la oferta electoral, que desde la restauración de la democracia —si no es que antes— quedó reducida a un mercado de influencias. Luego salen con el gastado argumento ese de que quien no vota, no tiene ningún derecho a protestar después. Yo diría que si alguien, por libre albedrío y voluntad propia decide no hacerlo, tiene una mayor solvencia moral para juzgar porque no hay cargo de consciencia que te haga pensar que con tu pequeño grano de arena terminaste de hundir en la miseria a este concepto imaginario llamado patria, por el que hasta es posible llegar a los extremos de matar. Creo que no tendría derecho de protestar y sería un mal ciudadano si viviera buscando la manera para evitar pagar mis impuestos, y todavía, si así lo hiciera, tendría la justificación de defenderme apelando a la forma desfachatada como nos los roban. Pero no: el sistema está diseñado para que, siendo un pinche mortal más, un número de DPI entre la masa anónima, el hombre y la mujer comunes no puedan escapar del asalto organizado por la banda de rateros y demás lastres que han conformado, no solo el gobierno pasado, sino todos los gobiernos desde que tengo memoria. No es suficiente haber nacido en un territorio que por decisión propia no se eligió como tierra; no es suficiente tener que adoptar las pautas sociales y culturales. Encima de eso te roban y, todavía, las buenas consciencias pretenden hacerte sentir mal ciudadano cuando te restriegan en la cara tu falta de solidaridad por no apegarte a lo que ellos, desde su propia subjetividad, dan en llamar su voto inteligente.

En un sistema de cosas como el que vivimos, nunca pequé de inocente pensando que mi protesta en la Plaza Central fue la principal razón por la que los corruptos y ladrones gobernantes ahora están presos en espera de juicio; sin embargo lo hice porque es preferible un pueblo que grite y proteste a uno que se mantenga en total somnolencia. Ese es un mérito que se debe reconocer en las pasadas jornadas, pues el guatemalteco ladino y capitalino, que hasta entonces prefería vivir en su apático mundo burgués, fue capaz de salir a dar la cara solo cuando, como dice el viejo dicho de las abuelitas, “sintió que le tocaron los huevos al león”. Por lo menos, demostró que todavía tiene la capacidad de reaccionar si atacan directamente sus intereses. Pero pensar que ese fue el motivo que llevó a la cárcel al presidente y la vicepresidenta, jamás. El pueblo solo tendrá fuerza en tanto se una y se atreva a utilizar medidas extremas para cambiar la coyuntura en la que vive. Pero con los vientos que soplan, es imposible pensar en revoluciones populares, tan solo aquellas que te venden los traficantes del espíritu que instan, muy al estilo de Guatemorfosis, a que el cambio comienza por uno mismo. Lo cierto es que un cambio estructural no llegará a producirse hasta que —y ahora pienso maquiavélicamente—, no corra sangre. Pero la Guatemala capitalina aún es demasiado cobarde para eso. Tendría que llegar a una situación extrema para salir a las calles a luchar por sobrevivir. Con todo y eso, fuimos ejemplo ante los ojos del mundo, un ejemplo bastante bien merecido porque demostramos que todavía hay lazos que nos hacen reconocernos unos a otros y unirnos ante el enemigo.

Pero como bien se dice por ahí, “no hay dos glorias juntas”, fue el mismo pueblo quien demostró en las elecciones que falta mucho por alcanzar la tan añorada inteligencia democrática. Y es que un pueblo que es incapaz de ver los hilos que mueven el juego de la política actual, un pueblo que piensa que un mal payaso es la mejor opción por la popularidad que le ha dado la televisión, es un pueblo que todavía se caga en los pañales. Lamentablemente, Guatemala está acostumbrada a dar un paso adelante y cien para atrás. A tal punto llega la ignorancia que la gente bien es capaz de sacarte en cara que si no se vota por cualquiera de la mugrosa derecha que tanto mal le ha hecho a este país, entonces uno es un maldito bastardo seguidor de Baldizón y demás demonios existentes.

Lo cierto es que el futuro de la patria es turbio con los candidatos que pasaron a segunda vuelta: un mal contador de chistes apoyado por la más tenebrosa mafia de la ultraderecha conservadora y una arpía hambrienta de poder y protagonismo. Y tampoco lo que venía atrás era mejor que lo presente. Lo ideal hubiera sido conseguir la reforma electoral aunque las elecciones se postergaran, pero en vista de que el respetable Tribunal Supremo Electoral había invertido ya en su sucio negocio de las alegres elecciones, no estaba dispuesto a dar un paso atrás en este punto. Así que, aprovechando que tiene los medios de comunicación al alcance, lanzó su farisaica propaganda del derecho y la obligación al voto, que no fue más que el mecanismo de defensa de sus propios intereses.

Al final, Guatemala será como el burro que sigue tropezando contra la misma piedra sin aprender nada de nada de su historia. Al fin, tendrá el gobierno a su medida, el gobierno que merece y el ciclo se repetirá eternamente como el castigo de Prometeo. El despertar solo fue llamarada de tuzas. ¡Ah, si tan solo la ficción de Saramago fuera capaz de encarnarse!

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1 Respuesta a "La legitimidad del voto nulo"

  1. Claudia Zamora dice:

    Muy buen post. Somos pocos los de voto inteligente. Como dijo alguien por allí -parafraseando- la democracia es la patética creencia de la inteligencia de las masas sumando las ignorancias individuales. Si todos votáramos nulo se escribiría una nueva historia en Guate, no se vale votar por el menos «peor» o en el tan absurdo pensamiento de «démosle el beneficio de la duda» ya son 30 años con esta farsa democrática. El dis que cómico es el plan B de los mismos, solo será un títere y la otra señora, es el estandarte de la derecha mafiosa. Aun no despierta mi Guate, dimos un paso adelante y 100 atrás. Solo una revolución haría un cambio, pero ya no hay héroes ya no hay quien entregue su vida por esta patria.

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