Te cambio un pincel por un fusil

LeoDe nuevo, la cultura y el arte serán las sirvientas del próximo gobierno en Guatemala, más interesado en mantener un ejército parasitario y chamusquear a las guerritas mientras chapucea su armamento y adquiere más artillerías, como si este miserable país tuviera una larga tradición en el arte de la guerra. Pero en realidad, eso es lo mínimo que se puede esperar de un gobierno chafarote para el que las artes y la cultura pasa de largo con la mayor de las indiferencias. De hecho, la función contestaria de las artes ―función que, de más está decirlo, tiene un nulo espacio dentro de la oficialidad― es algo que siempre ha espantado a las autoridades porque amenaza el estatus quo y sus intereses de clase.

Si ya el techo presupuestario destinado a Cultura es insuficiente, restarle 84 millones más, además de demeritar la importancia de este rubro en la sociedad, solo viene a agudizar la situación precaria que existe en las instituciones artísticas. En contraste, al sector de Deportes no se les puede hacer recortes ni ajustes porque es una asignación constitucional. Esto significa que el mayor impacto de este recorte presupuestario caerá sobre Cultura, principalmente en el área de Arte. No se necesita ser genio para inferir la poca valoración que la imberbe sociedad guatemalteca siente por las artes, que prefiere sacrificar su patrimonio intangible y favorecer el circo. Al final, somos una sociedad rústica cuya máxima aspiración en sus momentos de ocio es la de divertirse en estadios de fútbol mientras desfoga las frustraciones de su vida miserable.

Según reporte de Prensa Libre del 30 de octubre pasado, los recortes más significativos se harán en administración de museos (6.1 millones), difusión de las artes (5.7 millones), formación artística (4.8 millones), fomento de las artes (3.3 millones) y principalmente a servicios de rescate y conservación de sitios arqueológicos prehispánicos, al que no se le destinará presupuesto para este año.

Si bien es cierto que el año pasado, en México, también hubo un recorte significativo para el tema de cultura cuando Andrés Manuel López Obrador acababa de asumir el poder, ni este recorte fue tan amplio como el de Guatemala y más bien respondió a un plan austero que el mismo presidente había advertido desde el inicio de su gobierno. Además, tampoco se puede comparar la vida cultural de nosotros con la de una sociedad como la del vecino país en donde existe amplia proyección y difusión de las expresiones culturales de todo tipo, incluyendo las artes, y donde estas expresiones son un verdadero baluarte identitario del pueblo.

En Guatemala, en cambio, la profesión de artista ni siquiera existe legalmente. El trabajo se realiza en condiciones de informalidad, la enseñanza de las artes se lleva a cabo en condiciones deplorables y el patrimonio cultural tangible de la nación se está descascarando poco a poco como todo su orden social. En definitiva, un recorte de este tipo solo representa el suicidio de las artes.

Si el sacrificio de las artes en Guatemala se hiciera para que haya salud de mejor calidad, o para que se implemente un plan alimentario para los niños que mueren en el interior del país, o para que se favorezca la educación, entonces y solo entonces quizá valdría la pena apretarse los pantalones. Pero cuando se aprecia que el recorte también afecta otras áreas vitales y que el único sector beneficiado con un aumento de 200 millones será el militar, entonces es cuando se llega a la disyuntiva de si valdrá la pena seguir pagando impuestos que, al final de cuentas, irán a parar a las manos de un grupo que invertirá la mayor parte del dinero en recursos bélicos que en nada benefician a la población.

Habrá quienes se preguntarán con saña por qué los artistas y los chairos protestan por todo o por qué estarán esperando que el Estado del bienestar les solvente todas sus necesidades, cuando en realidad la mayor parte del dinero de las arcas del Estado proviene de los impuestos que aportan los contribuyentes. Falta ver de qué manera reaccionarán las organizaciones artísticas, pero como era de esperarse, hasta el día de hoy pareciera que no se han pronunciado. Supe por ahí que la Anayt redactó un comunicado, pero aún no he visto dónde ha sido publicado.

En un país donde los artistas no han sido capaces de unir esfuerzos ni de tomar liderazgo, mucho menos de organizarse gremialmente, no me extraña que la cosa solo quede en indignación y que, con el paso del tiempo, el ardor inicial se entibie y nos adaptemos a las nuevas condiciones paupérrimas a las que, dicho sea de paso, ya estamos de sobra acostumbrados. Una sociedad donde las autoridades ordenan al buen estilo militar y los peones callamos. Un gobierno a la altura de las expectativas de sus electores.

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