¿Cuál fue la cochonada del Centro Cultural Pablo Antonio Cuadra?


2017-05-20-08-59-03-726“Lo verdaderamente universal de la cultura es lo que unifica en su propia heterogeneidad”, fueron las palabras del filósofo nicaragüense Alejandro Serrano Caldera citadas por Víctor Rodríguez, director del Centro Cultural Pablo Antonio Cuadra, la noche del 3 de agosto durante la inauguración de la exposición de arte contemporáneo ¿Cuál es tu cochonada?, del colectivo Operación Queer. “Es ahí cuando nos damos cuenta que, como centro cultural, es nuestra responsabilidad ser un punto de encuentro de las ideas que liberen el pensamiento con el fin de crear un espacio para la construcción de una cultura de paz y una cultura de tolerancia hacia lo diferente y hacia la diversidad en general”, continuaba.

Esa noche, una cantidad considerable de individuos ataviados de forma poco usual, a su gusto y antojo, llenaron la estancia. Había tal número de personas que era un tanto dificultoso poderse desplazar por el museo para ver las obras. Éstas eran de varios tipos: fotografías, videoperformances, dibujos, collages, técnicas mixtas, etcétera; y el público, muy curioso, se pasaba varios minutos contemplando cada pieza cuya única similitud radicaba en un mensaje transgresor que tomaba su fuerza desde la rebeldía. La inauguración fue un éxito.

Sin embargo, dos días más tarde, el colectivo Operación Queer denunciaba en las redes sociales la censura a la que fueron sometidos por parte del Centro Cultural Pablo Antonio Cuadra e Hispamer, teniendo que mudar su muestra al centro de operaciones cotidiano del arte contemporáneo en Managua: Galería Códice.

La indignación en las redes tuvo ecos en medios como Onda Local y Bacanalnica. Blogueros como Darwin Andino y David Rocha también tuvieron qué opinar en este caso, y ni hablar de lo que opinaron los propios artistas de la muestra, como el arquitecto David Ocón, uno de los artistas censurados.

“La promoción de este tipo de muestra es un compromiso adquirido por el Centro Cultural Pablo Antonio Cuadra e Hispamer para integrar una cultura de inclusión y promover una inclusión entre todos y todas para concebir una sociedad dinámica y moderna en su pensamiento y su cultura”, había dicho Víctor Rodríguez en su discurso. Entonces, ¿cuál fue la cochonada del Centro Cultural?

Impresionada por el inesperado giro de los acontecimientos, me dirigí a sus instalaciones a entrevistar a Víctor Rodríguez, quien ya es bien conocido entre los artistas capitalinos por su apertura y entusiasmo por la gestión cultural. Víctor me recibió en su oficina amablemente y me dijo que, como director del Centro Cultural Pablo Antonio Cuadra, poseía autonomía para montar las actividades del recinto. Tomando en cuenta que Operación Queer contaba con respaldo institucional del Centro de Información y Servicios de Asesoría en Salud (CISAS), del Programa Interdisciplinario de Estudios de Género de la Universidad Centroamericana (UCA) y de la Asociación Nicaragüense de Transgénero (ANIT), además de contar, a su juicio, con calidad artística, Víctor se decidió a darles el espacio.

El gran “pero” provino de la Dirección Superior de Hispamer, que consideró que el carácter transgresor de la exposición podía herir susceptibilidades, sobre todo para los niños pintores que suelen llegar al taller de pintura. Dado que Hispamer tiene como política ser un espacio de libre tráfico para que su público transite libremente por sus instalaciones, rechazaron la propuesta que les hizo Operación Queer, que fue la de colocar un rótulo para mayores de 18 años, e insistieron en remover cuatro de las piezas más polémicas.

“No les pareció por estar ya armada la muestra”, me contó Víctor Rodríguez. “Vemos la exposición de arte como un solo cuerpo. No íbamos a desmembrar la exposición sacando piezas sólo para quedarnos con el espacio”, me replicó Rodolfo Neyra, miembro de Operación Queer.

“Al final ellos decidieron retirarse. Como centro nos parece importante que se esté generando un debate y sí confiamos en la muestra. Seguiremos ofreciendo apertura a estos temas pensando siempre en nuestro público, que es diversidad”, expresó Rodríguez. Por su parte, Rodolfo Neyra me recalcó su desinterés en generar bulla, pues Operación Queer, con la expectativa generada por su III edición, estaba más enfocado en continuar con las variadas actividades que ofrecieron durante la semana. “Al final el Centro Cultural se gana su propio color el solo y no necesitábamos generar un conflicto que nos iba a desgastar e iba a enfocar a Operación Queer hacia otro lado”. “Me gustaba porque el Centro Cultural Pablo Antonio Cuadra es conservador, ya lo demostró. Pero a pesar de ser muy conservador, me parece interesante que hayan aceptado poner la muestra de arte”, añadió.

¿Cuáles fueron esas polémicas, transgresoras y políticamente incorrectas obras? Fueron cuatro: Èxtasis/Orgasmo, por David Ocón; Trans/des/figura/ciones, por Numa Dávila; Lechedevirgen Trimegisto, por Juan Diego Tullido y Lectura y apadrinamiento, por Raisa Mauditt. O sea, las obras censuradas con motivos mariano virginales fueron una santa orgasmada por un par de ángeles; una mujer cortándose los vellos púbicos para ponérselos en el rostro como si fueran bigotes y barba; un hombre vestido con motivos virginales y una fetichista leyendo mientras es nalgueada sistemáticamente por un tipo con un pasamontañas.

Creo sinceramente que esas no eran las únicas obras que herían más de alguna susceptibilidad, por no decir prejuicio, y que obras con carga política como la de Jilma Estrada y Milena García tenían también un aporte más que controversial, sin dejar de mencionar títulos como Instrucciones para tener sexo anal de José Perozo y Mujer no es solo la que nace con vicho, sino también la que se lo hace todos los días de Anthony Wilson. Los artistas que se relacionan al arte contemporáneo son los que más están incitando —o provocando, como dirían algunos— al debate y al diálogo. Me pesa que la censura impere, no sólo en espacios culturales como el Pablo Antonio Cuadra, sino también en nuestra sociedad en general, y aplaudo el esfuerzo de este colectivo de salir de su zona de confort que ha sido y será siempre Galería Códice, único espacio que he conocido que acoge esta clase de experiencias artísticas aunque rechace las más tradicionales. Quizás es su vendetta.

Lo queer, lo raro, lo diferente y lo anormal está empezando a ser asimilado por el público en general y eso es lo importante a fin de cuentas, y ya no sólo por un público (y artistas) que se deleita en querer llamar la atención a partir del absurdo inventado —como bien diría el escritor vasco Pío Baroja— sino por gente que en verdad siente y quiere proclamar su otredad, su individualidad y su verdadera forma de ser sin temor a ser juzgados.

Esta galería contiene una muestra de la exposición.

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