Del feminismo y las heroínas modernas


Lissete E. Lanuza SáenzEl fin de semana pasado celebrábamos el Día Internacional de la Mujer. Y con celebrar me refiero a que mirábamos para los lados y nos dábamos cuenta del largo camino que queda aún por recorrer en búsqueda de esa elusiva igualdad. O al menos, algunos de nosotros nos dábamos cuenta. A otros (y otras) les gusta tapar el sol con un dedo.

Como muestra, un botón (y dos, y tres). La literatura va de la mano de los cambios culturales, y sin embargo, en los últimos tiempos han aparecido en la literatura popular una serie de “heroínas” completamente dependientes, inútiles y con cero personalidad. Las mujeres fuertes siguen existiendo en la literatura. Pero las que casi no pueden llamarse heroínas son mucho más comunes ahora que hace veinte años.

Y, horror de horrores: la mayoría está escrita por mujeres.

“Quizás, en el fondo, las mujeres sí quieren ser salvadas por un hombre”, podría ser la conclusión de alguno. Tal vez si desean casarse, tener hijos, que alguien las cuide, tome decisiones por ellas y nunca, nunca las deje. Pero esta conclusión, como muchas otras, peca de simplista. Tal vez algunas mujeres sí quieren eso. A lo mejor hasta la mayoría de las mujeres.

Pero eso no significa que no quieran también respeto, ser líderes en su profesión, poder salir a la calle sin que las piropeen de manera vulgar, vestirse como les de la gana sin sentirse inseguras y tomar decisiones por ellas mismas.

Matices. Esa es la palabra. En la vida real (y en la buena literatura, la que cambia tu vida, la que te llega al alma) las cosas no son blancas o negras. Tienen matices. Razones ocultas. Dimensiones escondidas.

En la vida real las heroínas son más como Katniss Everdeen, que sí, pasa bastante tiempo preocupada por su vida amorosa, pero después de sobrevivir los Juegos del Hambre y ser la chispa que comenzó una revolución, pues casi que tiene derecho, que como Bella Swan, pasa un libro entero al borde del suicidio porque su novio la dejó.

Y es por eso que las heroínas de este tipo (te estoy mirando también a ti, Anastasia Steele)  son más peligrosas para la muy deseada equidad que todos los hombres del mundo juntos. Una mujer tiene derecho a querer lo que quiere, sí; pero la literatura es la maestra de la vida, quiérase o no. Y yo… pues yo aprendí a ser fuerte de mujeres como Jo March, Hermione Granger y Jane Eyre. Qué triste que la nueva generación no tenga tan buenos modelos a seguir.

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