La generación de los hechos


Hace no tantos años —diez, veinte— los hechos eran un asunto más complicado. No porque fueran menos verdad ni nada por el estilo, sino porque, en general, eran más difíciles de verificar. No es posible saber de todo y por más que uno lea y se documente, la verdad es que, al menos una vez al día, alguien dirá en alto un hecho que no conocemos y sobre el cual no nos sentimos capaces de opinar.

Nuestros padres quizás lo hubieran hecho basándose en una combinación de intuición y sentido común, más confiados de lo que ahora podemos estar nosotros de que, equivocados o no, la mayoría de la gente probablemente tendría la misma —mínima— posibilidad de verificar la información proporcionada. Eso era antes.

Hoy cada cosa que decimos, cada hecho que citamos, es fácilmente verificable. Ni siquiera necesitamos estar en una computadora. Desde el teléfono celular podemos abrir Google y asegurarnos de no estar citando hechos equivocados. No solo eso, sino que además podemos encontrar una cantidad de información que nunca antes ha estado tan fácilmente disponible. En los tiempos en que vivimos no hay excusa para no saber, excepto no querer saber.

Y sin embargo, a pesar de eso, vivimos en un mundo donde las mentiras son repetidas, donde las redes sociales son un verdadero panal de desinformación, donde el presidente de Estados Unidos puede pararse en un podio y repetir información falsa que mucha gente creerá a ciegas.

El problema, claro está, es que todavía estamos condicionados a creer lo que queremos creer. Si hay una noticia o un hecho que se alinea con nuestros ideales o valores, es más fácil creerlo que si se tratase de algo que contradice nuestra forma de pensar.

Pero los hechos, la realidad, no deben cambiar de acuerdo con nuestra apreciación de ellos. Los hechos son únicos, inmutables. Opiniones hay muchas y deben haberlas, pero todas, las positivas y negativas, deben bastarse en la realidad verificable; no en el deber ser o en el fanatismo.

Hoy tenemos esa posibilidad y como dije antes, no hay excusa para no saber. No hay excusa para no buscar. Y es nuestro trabajo como la generación que conoce las formas de procurar la información: no dejar que las mentiras proliferen, especialmente cuando estas son usadas para sembrar el miedo.

Volvamos a los hechos. Aferrémonos a ellos. No promulguemos personalmente por redes sociales información que no hemos verificado primero. Seamos los paladines de la verdad porque si no nosotros, ¿quién?

¿Quién es Lissete E. Lanuza Sáenz?

¿Cuánto te gustó este artículo?

Califícalo.

0 / 5. 0


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

desplazarse a la parte superior