Ley 61 y el culto a la ignorancia


Panamá, como el resto de Centroamérica, es un país eminentemente católico. Absolutamente todo lo que acontece, desde las celebraciones hasta las leyes, pasa a través del filtro de la Iglesia. Es por eso que un proyecto de ley con el encabezado “Por la cual se adoptan políticas públicas de educación integral, atención y promoción de la salud” ha sido el tema de moda durante las últimas semanas.

No lo dice el título, pero el verdadero problema es la educación sexual, o mejor dicho la falta de educación sexual. Existe una crisis en Panamá en lo referente a sexualidad y planificación familiar: no intentemos tapar el sol con un dedo. Las estadísticas de embarazos no deseados y enfermedades venéreas han ido en aumento, y como es entendible en un mundo donde hay cada vez más información y menos guía, los jóvenes son los que más sufren por la desinformación.

A pesar de esto, un populoso sector de la población panameña se opone a la Ley 61 por excusas que van desde “eso es cosa de los padres” pasando por “si le enseñan a mi hijo qué es ser gay igual y decide serlo,” y sin olvidar la famosa “el que sabe, hace”, razones patentemente ridículas y anticuadas.

Es cierto que los padres deberían colaborar en la educación sexual y contestar las preguntas de sus hijos, pero en realidad, la mayoría no lo hace. Las cifras no engañan. Y si los padres no están haciendo su trabajo, ¿no es buena política estatal permitirle a las escuelas y a los doctores suplir este vacío en caso de que los niños y adolescentes lo requieran?

La segunda objeción, sin embargo, se relaciona con la idea ya superada de que la sexualidad es algo que podemos controlar. Los jóvenes escogerán por ellos mismos a quién querer, o cómo hacerlo, y nuestro trabajo como adultos no es decirles lo que no pueden hacer – no vaya a ser que los impulsemos a hacer eso mismo – sino enseñarles cómo tomar decisiones inteligentes.

El que no sabe también hace, después de todo. Y el que no sabe es peligroso porque la mayoría de las veces, por ignorancia, no se protegerá a sí mismo ni a su pareja. Quien quiere hacer algo lo hará, sin importar lo que le hayan enseñado en casa o en la escuela.

En el fondo, esta debería ser la máxima: siempre es mejor saber que no saber. La ignorancia de un asunto no nos hace más santos. La ignorancia tampoco es algo de lo que deberíamos estar orgullosos. «¡Déjenme hacer mi trabajo!», gritan algunos padres. Pero, ¿por qué deberíamos? A nadie se le ocurre eliminar las matemáticas del currículo escolar solo porque los padres deberían enseñarle a sus hijos a contar. ¿Estamos dispuestos a bloquear la educación sexual y potencialmente arruinarle el futuro a un joven?

¿Qué clase de católicos somos? ¿Qué clase de ciudadanos? ¿Qué clase de país?

En Panamá la ley 61 no es solo sobre educación sexual. Se trata de decidir si estamos dispuestos a romper el culto a la ignorancia o si preferimos seguir viviendo en la Edad Media. Por eso, si tenemos una opinión, no nos quedemos callados. El que calla contribuye al problema, nunca a la solución.

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1 Respuesta a "Ley 61 y el culto a la ignorancia"

  1. Josue Montesflores dice:

    Viendo el articulo hay muchos errores, y hay argumentos que has puesto y que ellos te pueden salvar, pregunto..
    Que paso con la libertad de expresion? En donde estas dejando lo que realmente piensan y creen que son las cosas? Donde esta el famoso libre «Albedrio» que todo el tiempo mencionamos?
    Solamente estas dando puntos de ignorancia pero no estas añadiendo lo que piensan a la hora de tener un acto sexual y el porque lo estas haciendo? Debemos de preguntarnos quien realmente somos y que queremos ser y hacer? Saludos y espero tu respuesta

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