Arte refugio


Diana Vásquez Reyna_ Perfil Casi literalHe tenido la suerte de encontrar refugios en los libros. Han sido espejos, búnkeres, habitaciones oscuras donde hay paz. También me han recordado cómo se sonríe, cómo se duda y por qué es necesario articular en palabras lo que maquina la cabeza, lo que se atasca en la garganta o lo que palpita en el pulso.

En nuestros países centroamericanos no existen muchos refugios que no sean religiosos, así que algunos los han ido inventando, desde las vísceras, en un grafiti, en un poema, en una fotografía, en una danza u obra de teatro. Es urgente expresar lo que sienten los cuerpos en estos ambientes abrumadores, hostiles, desesperanzadores.

La realidad tal cual la vemos en los noticieros y notas de prensa es una terrible historia de horror: mujeres asesinadas, niñas y niños ultrajados, recién nacidos que nadie deseó, arreglos políticos, religiosos y económicos descarados y criminales, hombres disparando contra otros hombres sin motivo alguno en tiempos de supuesta y fingida paz.

Yo necesito refugios. Alguno que me diga que puedo soñar con un futuro sin odio. Alguno que me deje vivir el hoy sin ansiedad ni pesimismo. Alguno que me haga reflexionar sobre mis miedos y errores. Uno que me diga que hay belleza en otra mirada. Esos espacios efímeros, esos refugios, seguro que pueden llenarse de gente porque presiento que hay sed de volver a nuestra humanidad.

Alguna vez dije que quien se llama a sí mismo artista lo que hace no es más que ejercer resistencia a las incoherencias deshumanizadas de su entorno. Resistimos a un sistema que nos ha enseñado, en sus miles de formas, a ahogarnos unos a otros, a desconfiar de todos o a odiarnos a nosotros mismos.

Entonces busco refugios, y es esperanzador cuando encuentro más de uno, más de un día a la semana y, aunque no pueda asistir a la exposición de foto, al foro o la presentación de libro, sé que hay algo bueno moviéndose en estas ciudades violentas. Sé que hay intentos de reflejos humanos en un cómic guatemalteco, en un poemario salvadoreño, en un cuento panameño, en una editorial costarricense, que quieren asir y contar sus circunstancias.

“El arte se ofrece en todo caso, y así deberíamos entenderlo, como un refugio al alcance de todos. En las salas de los museos, en las galerías o en la calle, el arte se encuentra cercano y accesible para que el hombre revitalice sus ansias más íntimas, sus anhelos más recónditos e infinitos”, dice Ana María Peckler.

Cuando a veces me faltan los refugios, o los que existen resultan tan conservadores o tan distantes, quizá no he buscado lo suficiente o quizá es el chance para construir de cero, como sé que hacen tantos en estos territorios tan desiguales en los que tratamos de ver nuestro reflejo en espejos rotos.

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