El racismo pasa por uno mismo


Diana Vásquez Reyna_ Perfil Casi literalEl autonombramiento te da afianzamiento en la medida que te da coherencia en todos tus sentidos: intelectual, histórico, político, interno emocional, te hace estar bien.

Sara Álvarez Medrano

Clarito, que no blanco; mestizo como la raza de mi perrita adoptada hace dos meses, que no tiene abolengo ni origen. Lo que sí tiene y la define es una mezcla de circunstancias. «¿De qué raza es tu perrita?», me pregunta mi madre en un almuerzo familiar. «Es mestiza, como yo», respondo con orgullo. Mi madre ríe, pero ese orgullo me creció hace un par de años cuando supe cómo podía definirme y por qué. Porque no sabía qué diablos era ser mestiza, qué no ladina, porque los matices importan, siempre importan a pesar de que el sistema económico y aspiracional —como lo sabe tan bien el marketing— desdibuje/invisibilice entre negro o blanco, u otros opuestos binarios sosos, la diversidad de lo que somos.

No vengo a explicarle a nadie el racismo; lo mío es exponer lo que otros ya han expresado, pensado y argumentado acerca del tema, como recordatorio que para opinar también debemos tener un mínimo de humildad. Y sí, la gente guatemalteca, «buenachapina», que sí comparte algunas características culturales, tiene complejos profundos nunca platicados en casa con lo que conoce y llama «raza», otros los tienen más complejos cuando se trata de identidad.

En una clase sobre Cibersociedades nos explicaban algo sumamente básico: la conciencia emerge de conexiones de mapas mentales, es decir, de procesos cerebrales, de conocimientos que nos permitan interrelacionar conceptos, experiencias e ideas. Parte del aprendizaje constante debería alertarnos sobre que el pensar a la humanidad como categorías binarias —ya sean estas sexuales, religiosas, étnicas, etcétera— es sumamente negativo y atrasado. El no comprender que el mundo tiene dimensiones de complejidad y privilegios también debería nombrarse como acomodamiento e ignorancia. Siéntase aludido quien quiera.

Yo no estoy de acuerdo, y me harta, que a todos nos quieran imponer una «identidad» guatemalteca, porque ser guatemalteca para mí es solo una nacionalidad: lo dice mi pasaporte como mi DPI, pero sé que mi identidad se construye de otros factores, conocimientos y sentires que se asumen.

Para hablar sobre identidad, Sara Álvarez Medrano, maya k’iche’ de 39 años, me ayudó a ponerlo en contexto y me resolvió algunas dudas. Lo primero fue estar consciente de que en Guatemala no solo existe una identidad, sino muchas identidades:

«La identidad, ¿desde dónde?, porque las identidades son para mí muy diversas. Es muy difícil, pero dependen de los contextos en que te movás. Por ejemplo, si yo me muevo en un ambiente donde hay una conciencia de esta diversidad que hay en este país, hay un reconocimiento de esa diversidad y a mí no me chirría que se reconozcan ladinas, mestizas, afros, indígenas, mayas, xincas, y no hay esto —agresión—, pero si ya te movés a un espacio donde esta diversidad ni siquiera es vista, ni siquiera es reconocida, y empiezan a afianzar su identidad guatemalteca o chapina, que es otra de las modalidades que se usan, obviamente yo no me siento parte de ese nombramiento que quieren que nos demos todos, y tiene que ver con la hegemonía, una visión monocultural que nos quieren colocar, y desde ahí hay muchas diferencias».

Cuando se comprende desde donde se habla y se admite que hay expresiones o comportamientos racistas que pasan inadvertidos porque nunca se han cuestionado, es entonces el momento idóneo para abordarlos. Álvarez afirma que después de todo lo que movió la marca María Chula «hay varias reflexiones que se están haciendo de comprender las relaciones históricas de este país, una memoria histórica».

«Hay una exposición, Por qué estamos como estamos, para comprender la diversidad de la que venimos. Por lo menos mirarlo, porque aquí en la construcción del Estado-Nación fue la opción que dio la oligarquía para sentirte parte de un solo pueblo, y ahí, si no tenés más información histórica, socio-político-cultural, económica de este país, sos como una ovejita que vas viendo el camino: esta es la lectura de este país y esta soy yo, porque te ponen el modelo», argumenta.

En Guatemala: linaje y racismo, Marta Elena Casaús Arzú concluye que el racismo «como ideología dominante ha tenido distintos canales de difusión y se ha manifestado a través de diferentes instituciones. En nuestra investigación hemos señalada someramente la religión, la legislación y los medios de comunicación, pero nos hemos detenido principalmente en la familia, como agente socializador fundamental y como una de las instituciones más importantes, a través de la cual se ha desarrollado, dispersado y reproducido la ideología racista».

Según Álvarez, cuando un ser humano va creciendo necesita de autonombramiento y definición, y por eso toma sentido cuando se autonombra desde una categoría, una identidad, porque le hace lógica a su vida, porque le explica su vida.

Álvarez recuerda que hablar de identidad es muy complejo porque no solo es a nivel de comprensión histórica, sociopolítica, sino es un entendimiento del ser interno: «Cuando yo decido, porque fue una decisión política, decir: “yo soy una mujer maya, no soy ni la chapina ni la guatemalteca”, por poner ese ejemplo, yo me separo de eso y eso me da un sentido de autonombramiento, de afianzamiento y seguridad de quién soy; y de autoestima».

«Para mí comprender que el racismo tiene que ver con que la otra persona necesita racializarme para sentirse más que yo fue un elemento muy importante, porque entonces cuando veo al otro que está utilizando sus mecanismos de racismo contra mí, yo me doy cuenta de la inseguridad. Claro, hoy con miles de estudios, análisis históricos, y no significa que ya no reacciono emocionalmente, pero ya no soy impulsiva. Comprendo el fenómeno, y cuando siento que hay apertura me atrevo a comentar, pero cuando veo que no hay ni siquiera unas vías de comunicación mínimas, en otro momento será», comenta.

El ejercicio de autonombramiento es difícil y requiere muchas dosis de aceptación, largar horas frente al espejo y otras muchas para darnos cuenta de las diferencias y similitudes con los otros. Llegar a autonombrarme, entre otras, como una mujer lesbiana, mestiza, pagana y guatemalteca también me llevó años de luchas internas, y confieso que con las muchas realidades desiguales que tiene Guatemala, la última categoría me sigue haciendo mucho ruido.

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