En un país de sordos


Diana Vásquez Reyna_ Perfil Casi literalPor DIANA VÁSQUEZ REYNA |

El martes 27 de junio se hizo una lectura polifónica de dos libros atractivos por temas coquetamente elegidos: el suicidio de un artista y la islamización de Occidente. Pan y cerveza, de Eduardo Halfon, y Sumisión, de Michel Houellebecq, son tan disímiles uno de otro como placenteros y sugerentes, y ambos logran captar esencias entre intimidades como la enfermedad o el sexo. La lectura se intercalaba entre sonidos clásicos de viento gracias a la importación de talentos franceses como dinámica de intercambio cultural.

En ese ambiente semi-burgués (una parte del público era fluidamente francófona; otra comía tacos y Tortrix desparpajadamente) recordé que eso, a lo que llamamos abstractamente «cultura», a veces tiene esos recovecos elitistas a los que muy pocos llegan. Pagarse una copa de vino a Q20 no es un lujo pero tampoco un privilegio de todos. Por otro lado, también recordé lo que provoca la escucha atenta, la lectura bien hecha y la palabra bien pronunciada hasta con declinaciones francesas.

Solo escuchar y dejarse llevar por una historia. Hacer silencio cuando es necesario, sin estar pensando en responder (como malsanamente se hace en la conversación cotidiana). Pensé en que la palabra oída puede lograr cambios cuando se conecta con lo que llevamos dentro. Me pregunté si es así cuando le leen a un niño por las noches. Pensé en las lecturas de poesía, que por suerte tienen y reivindican sus espacios. Pensé en cuando leo en voz alta, cuando hay tiempo y nostalgia.

Pensé en este país de sordos, en que nos cuesta escucharnos tanto. Solo escuchar… Esa noche recordé lo que era escuchar literatura. De los dos autores, opino que Halfon tiene esa narrativa que se disfruta tanto cuando se escucha desde una voz que la pronuncia. A Houellebecq no puedo dejar de criticarle su misoginia como para querer escuchar sus ignorancias y carencias. En Pan y cerveza se distingue que los signos de puntuación nadan como peces en el mar que emocionan y provocan la sonrisa. No todos los escritores guatemaltecos vivos que he leído pueden hacer eso.

Escuchar en un país de sordos… En una charla emotiva con Aura Elena Farfán (me quedo cortísima para describir a esta impresionante mujer), protagonista crucial en el documental Finding Oscar, del director Ryan Suffern (que por cierto, recomiendo ampliamente), decía que ahora «lo que miramos nos penetra más», pero luego una de las historias que me contó me impactó mucho y dejó resonancias de imágenes y palabras en mi cabeza, y por eso la comparto parafraseada:

«Le estoy contando una historia de mi infancia [ella tiene 77 años]. Yo no soy de la ciudad, soy de oriente, y mi abuela, por las noches, nos sentaba a las niñas alrededor del fuego en el que se preparaba el café y nos decía que a las nueve debíamos estar en la casa porque a las nueve sueltan a las bestias. Las bestias eran los soldados a quienes les daban la vía libre a esa hora. Si encontraban a alguna mujer en la calle a las nueve de la noche se la llevaban al monte. El pueblo estaba rodeado de monte, donde hacían lo que quisieran con ellas [la palabra despedazarlas se coló sin que Aura Elena la pronunciara]. En los bailes, cuando los soldados se metían, les escupían en la cara a las mujeres que no aceptaban bailar con ellos».

Quizá en este país de sordos, un buen ejercicio sea abrir espacios para charlas intergeneracionales donde realmente escuchemos las historias que nos conectan y de las cuales también pudimos heredar, sin saberlo, el miedo y la violencia.

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