¿Libre locomoción?


Diana Vásquez Reyna_ Perfil Casi literalEl 25 de octubre de 2016, el Movimiento Cívico Nacional (MCM) publicó en su cuenta de Facebook una foto en la que, con el hashtag #NoMasBloqueos (sic), decía literalmente: «Si estás en contra de cualquier bloqueo que violente TU DERECHO A MOVILIZARTE, muestra tu rechazo con un listón rojo en un lugar visible».

Su community manager tuvo mucho qué hacer ese día al responder los comentarios de varios «seguidores» críticos que opinaban con un rigor bastante esperanzador. Al comentario: «Muchá (sic) ¿Y por qué están de acuerdo con los bloqueos y manifestaciones diarias en Venezuela (allá sí verdad)? Para mi (sic) derecho a la libre locomoción jamás va estar sobre el de la lucha por una vida digna y oportunidades para todos y todas». La respuesta del MCM fue: «Siempre hay que apoyar el derecho a manifestar de todos los ciudadanos y formas de pensar. Pero este derecho debe ser pacífico y expresarse en el diálogo. Nunca una propuesta debe limitar los derechos ajenos, especialmente cuando se discute y se lucha por la vida digna de todos los guatemaltecos».

En su respuesta, el grupo político en cuestión obvia lo esencial. La «vida digna de todos los guatemaltecos» no se consigue con moverse de un extremo a otro como los furgones que atraviesan la Calle Martí todos los días. No vaya a ser que se registren pérdidas económicas para tan honestos empresarios que se esfuerzan por no pagar impuestos, no digamos para respetar los derechos laborales de sus «colaboradores» (léase cuasiesclavos modernos).

Si tan fácil fuera, no hubiéramos tenido a gobiernos masacrando manifestantes, Oliverio Castañeda incluido, que seguro bloqueaban calles y la libre locomoción, pero no «violentaban a nadie». Violentar es que te ataquen a balazos en la Sexta Avenida para que todo el mundo lo vea y  aprenda a no quejarse.

Y eso de que lo «correcto» es hacer «manifestaciones pacíficas y expresarse en el diálogo» es como si se quisiera olvidar que las mesas de diálogos para resolver conflictos de tierra, por ejemplo, han estado manipuladas por gobiernos arrodillados a proyectos extractivistas que dividen y violentan el tejido social. Que no se nos olvide la masacre en la Cumbre de Alaska, el 4 de octubre del 2012, cuando el ejército disparó contra población civil desarmada que manifestaba por el incremento del precio en la electricidad y por el cambio en la carrera magisterial. No sigamos presumiendo nuestra memoria de pez.

No veo a nadie quejarse durante la Semana Santa sobre que le «violenten» su libre locomoción, ni siquiera a los empresarios, quizá porque ellos gozan su playa la semana completa y una más, y se les olvidan sus furgones en la Martí. Tampoco veo que nadie quiera resolver los atascos diarios que convierten a cualquier conductor en un salvaje al volante. ¡Todos los días muere nuestra humanidad en las calles guatemaltecas en las horas pico!

Lo que pasó con los estudiantes atropellados, en su mayoría niñas, no es más que la penetración en el inconsciente colectivo del mantra que repiten grupos económicos a quienes les urge siempre que sus mercancías lleguen de un lado a otro. La libre locomoción también implica que nos plantemos en cualquier lugar para decir de la forma que nos parezca: ¡no más injusticias, queremos educación, queremos salud, queremos vivienda y tierra accesible, queremos agua, queremos que nos respeten como personas, queremos de verdad una vida digna!

Por otro lado, cuándo exigiremos que las declaraciones de cualquier funcionario sean investigadas sobre todo cuando resultan ser como las respuestas del ministro de Educación, Óscar Hugo López, en este caso, que terminan por criminalizar a las víctimas, en un gesto claro de «lavarse las manos».

Habrá de esperar que al conductor homicida, Jabes Emanuel Meda Maldonado, quien se entregó ayer después de cuatro días prófugo, no tenga privilegios por ser hijo de un pastor evangélico o porque uno de sus abogados también defienda a Ríos Montt, otro pastor evangélico sentenciado por genocidio en el 2013.

En una reunión improvisada con unos amigos, nos quedamos en silencio un momento, quizá los cuatro en la mesa pensábamos que es atroz y totalmente desesperanzador de que después de haber quemado a 41 niñas, ahora atropellen de la manera más vil a un grupo de estudiantes que estaban hartos de perder oportunidades. La joven estudiante Brenda Domínguez las perdió todas.

Cuando la lógica de un grupo es privilegiar el derecho de libre locomoción sobre el derecho a una vida digna, podemos asegurar que, además de patologías, hay maldad que se multiplica a diestra y siniestra sin que Dios la detenga. El mensaje mainstream que se repite hasta la saciedad logra su cometido: criminalizar y rechazar las manifestaciones y protestas contra la ignominia, porque «violentan» nuestro confort y nuestro aguante chapín.

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