Los niños y las jaulas


Noe Vásquez Reyna_ Perfil Casi literal.jpgEsta semana visité a mi familia. Mis dos sobrinas más pequeñas también llegaron. La mayor tiene «vacaciones» esta semana; en el sector público dijeron que las escuelas seguirían trabajando para reponer los días en que hubo paros de maestros. Así la educación, así los privilegios.

La cosa es que mi sobrina de dos años tuvo fiebre dos días antes de que la viera. Sus ojitos aún estaban acuosos y se veían más sesgados. Sus ganas de desordenar los casetes de su abuelo o tirar limones por el suelo no eran las mismas. En un momento descansaba su cabecita sobre cualquier hombro adulto donde se sintiera segura. A mi hombro le tocó su turno y me conmovió pensar en lo frágil que es, en que se sentía mal pero aún no era capaz de expresarlo con palabras, en lo pequeñito que es su cuerpo a pesar de haberse comido unas cinco o seis salchichas en la cena.

Luego vine a casa y pensé en los niños y las jaulas, en los muros y las fronteras. En cómo se sentirán los niños que ya pueden expresarse con palabras pero que se encuentran en un medio hostil mientras los fake presidentes de Guatemala, El Salvador y Honduras se veneran entre sí y a un tercer enviado de un esperpento naranja. Pensaba en las noticias que denuncian los maltratos, la violencia y la eminente alerta sanitaria en los centros donde se encuentran los migrantes que quieren ser devueltos a sus infiernos de país.

Terminamos un junio trágico y siguen siendo tantos los vulnerables. Miles ―no cientos― de desaparecidos y muertos por no tener los privilegios de una casa en un lugar habitable. No fue el volcán, él ha hecho lo que le toca hacer. La sociedad y el Estado son los que tienen tareas colectivas pendientes, como reclamar derechos, asumir responsabilidades y ser castigados por no hacerlo.

Pienso en las políticas racistas de los países con orígenes migrantes. Pienso en el hombre blanco que tiene miedo, en ese hombre blanco que en todo el mundo siente amenazados sus privilegios. Ayer leía que tener trabajo (el que sea) también se va convirtiendo en un privilegio, no digamos leer, ir a la universidad, tener lo básico como comida y techo. Cuando eso básico es un privilegio y no un derecho, algo estamos haciendo muy mal. Y luego vuelvo a pensar en los niños y en las niñas, así por separado porque son dos realidades muy distintas.

«Abogados, supongo que alguna vez fueron niños», dice la cita que abre el libro Matando un ruiseñor, de Harper Lee. Es posible que hayamos olvidado que todos fuimos niños, que alguna vez fuimos vulnerables.

Yo sé que mi sobrina se recuperará. Ella nació el día en que 56 niñas se quemaban en un hogar «seguro» del Estado de Guatemala. También pienso en esas niñas que crecen en una institución que las ha dejado a su suerte. Quisiera tener la misma esperanza que tengo con mi sobrina con las demás niñas y niños: los y las migrantes, los y las más vulnerables; pero, honestamente…

Complete usted la frase.

[Foto de portada: fotograma del documental Trashing Trump: Latino Kids Pound Racism Like a Piñata]

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